sábado, 31 de octubre de 2020

Noches de espanto #5 - "Al final de la escalera" de Peter Medak, 1980

Desde muy pequeños las historias de fantasmas han ido copando nuestro conciencia cultural. Dependiendo de nuestra edad han ido evolucionando, desde la sábana tontina, hasta cualquier aterradora aparición que nos pudiésemos imaginar. Y es ahí, en el temible pozo de nuestra imaginación donde los espectros hacen de las suyas. No hay recorrido turístico que se precie que no tenga una insinuación a algún fantasma en pena, con una dramática historia bajo su sábana fantasmal. La tradición oral y escrita nos ha sembrado a cada cultura de casos tipo. Y por último, el Cine, se ha encargado de promocionarlos. 

Mi primera historia de fantasmas cinematográfica fue una de las adaptaciones del clásico literario de Dickens "A Christmas Carol" (1843). Y  la simpática comedia de Abbot y Costello, "Agárrame ese fantasma" de Arthur Lubin (1944). Pero sin duda, la que me hizo quedarme pegadito al sofá de casa, fue "Al final de la escalera" de Peter Medak (1980).


"Al final de la escalera" es un compendio de diferentes momentos vividos en distintos relatos cinematográficos. Pero con la salvedad de tener una puesta en escena elegante, y una psicología inmensa en el movimiento de cámara. Sin olvidar la seriedad y altura de su casting, encabezado por George C. Scott. Años más tarde, el actor repetiría género en "El exorcista III" de William Peter Blatty (1990).

George C. Scott en un fotograma de la película

En el decálogo particular explicado en películas anteriores de terror para estas "Noches de espanto", hago referencia a la oscuridad y a la deshumanización, como temas o artificios bien articulados para crear las temibles sensaciones; a ellas hay que añadir la capacidad de ir rompiendo en el relato cinematográfico la línea de la realidad con la ficción. Poco a poco, abduciendo lentamente al espectador, hasta romper sin percatarse y asumir los fantásticos hechos que pueden ir acaeciendo. Esa cualidad es la primordial de este drama terrorífico de Blatty.

Fotograma de la película

A través del drama vivido por John (George C. Scott) y el intento de asumir su presente realidad, la soledad del entorno comienza a revelarse inquietante en una casa cargada de momentos magistrales, como: los golpes fantasmales, la silla de ruedas, la medallita,... y la pelota bajando las escaleras, deteniéndose ante la entrada, desafiando al estupefacto inquilino. La capacidad de ir introduciendo estos elementos sobrenaturales con la complicidad del espectador, va en aumento. De igual forma, la investigación de los protagonistas hasta llegar a la sesión espiritista, va en el mismo sentido. Nada rechina, una vez que te absorbe la trama.

Fotograma de la película

Hoy en día, "Al final de la escalera" permanece en el podium de las mejores películas de terror. No le hace falta efectos visuales, ni maquillajes, ni una sola gota de sangre salpicada al objetivo de la cámara, para llegar a aterrorizar al público. En estas "Noches de espanto", hemos realizado un breve recorrido por algunos clásicos, quedan muchos en el tintero (o en el teclado). Pero son diversos y  suficientes para que este Halloween lo puedan pasar ustedes de "espanto". No olviden dejar encendida su calabaza, aléjense de las puertas, eviten salir en la noche y confundirse en la neblina, abríguense en el sofá y pasen miedo, mucho miedo. De eso se trata.

Cartel de la película

Tráiler de la película: https://youtu.be/zdjPfqbYXwE


Ambigú Cinema - Noches de espanto #5




sábado, 24 de octubre de 2020

Noches de espanto #4 - "La invasión de los ladrones de cuerpos" de Don Siegel, 1956

Los sábados por la noche en mi infancia tenían plan fijo. Mi padre hacía hamburguesas, veíamos mientras cenábamos “Informe Semanal” y esperábamos con ilusión la película del “Sábado Cine” en TVE. A veces en plan sorpresa u otras leyendo lo que Teleprograma nos decía. La espectación en nuestro salón de estar llegaba a su máximo nivel, cuando se escuchaba las primeras notas musicales de la cabecera de “Sábado Cine”, compuesta por Miguel Ángel Tallante (cruzaba los dedos para que no apareciesen los malvados "rombos"). Aquella noche, vimos "La invasión de los ladrones de cuerpos" de Don Siegel, 1956.


La serie B ha sido siempre el nido de grandes obras maestras y grandes directores, contadores de historias. Y esto ocurre en "La invasión de los ladrones de cuerpos". Basada en una historia del novelista Jack Finney ("The Body Snatchers", 1954), muy dado a estos temas, Don Siegel construye una película inquietante. Abriéndonos una puerta al que considero el segundo punto para crear terror en mi decálogo particular. El primero lo hemos comentado en propuestas anteriores, la oscuridad (en ella, damos rienda suelta a nuestros miedos más íntimos). Y la segunda, es la deshumanización. La ausencia de sentimientos. La comprensión, la alegría, la pena, la ira, la bondad, la avaricia,... son las "especias" en ese cocido que podemos llamar "la vida". De alguna forma, condimentan nuestro día a día. Son pura humanidad. Cuando son anuladas, y nos convierten en meros zombies, en una especie de Eloi sin emotividad (personajes de "El tiempo en sus manos" de George Pal, 1960). Quizás de las imágenes más terroríficas para mí, es la perdida de expresión del personaje de Becky (Dana Wynter) cuando se delata ante Miles (Kevin McCarthy) de ser "otra".

¿Becky?.Fotograma de la película

El pueblo de Santa Mira, donde transcurre la trama, es ideal para desarrollar esta historia. Es en los pueblos, donde las relaciones personales son más estrechas, más empáticas y cercanas. Donde la voluntariedad y la palabra vecindad, siguen teniendo su valor semántico. Santa Mira comienza poco a poco a ser engullida por la apatía y la dejadez entre sus habitantes, a unos límites que hacen sospechar al joven doctor Miles.

El desarrollo de la trama va en crecendo hasta encontrarnos en plena huida y persecución de los habitantes. Es una de las secuencias más memorables del film. Don Siegel escatimó en presupuesto para los efectos especiales, siendo consciente de la importancia de la interpretación del elenco. Es ahí, donde volcó sus esfuerzos. Imágenes impactantes del discurrir diario de Santa Mira, donde la cotidianidad se rompe suavemente, por otra imagen más fría, aparentemente normal. Intensamente inquietante.

Fotograma de la película

La película ha sido tomada socialmente como  la temeridad de la ciudadanía estadounidense ante una posible invasión comunista. Eran años tensos en política internacional. La paranoia se advierte en una sociedad temerosa de perder la calidad de vida o modo de ser sociocultural.

No haré un análisis de la posible lectura política actual a través de la película, no es el sitio. Pero sí, advertir en ella, en el film, de cómo sigue atemorizando en la actualidad esa falta de empatía, de vecindad verdadera,... a pesar de los movimientos, propuestas y avances sociales que nos separan de la sociedad de aquella época, hoy en día, esa falta de expresividad por parte de Becky, podríamos trasponerlo a la actual corrección política extrema. Una corrección que hemos llevado a todos los niveles sociales/ culturales/ artísticos, y para eso, no hay criatura, monstruo, demonio, que lo iguale. De nuevo, ante un gran clásico. Cumpliendo la premisa de que los clásicos nunca pasan de moda. Siempre.

Fotograma de la película 

La película ha tenido ciertas versiones actualizadas. Yo me quedo con "La invasión de los ultracuerpos" de 1978, dirigida por Philip Kaufman. No se me olvidará en la vida, los últimos planos de Donald Sutherland (de verdadera pesadilla). Y a tener en cuenta, "Invasión" de Oliver Hirschbiegel, 2007. Protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig, no está a la altura del clásico, claro está, pero merece la pena.


Después de ver "La invasión de los ladrones de cuerpo", mirémonos directamente a los  ojos frente al espejo. Tendremos dudas de nuestro propio reflejo. Busquemos nuestro yo verdadero. No me digan que no es terrorífico el asunto.

Cartel de la película 

Tráiler de la película: https://youtu.be/V4jsWJcYg9I

Ambigú  Cinema - Noches de espanto #4




viernes, 16 de octubre de 2020

Noches de espanto #3 - "Posesión infernal" de Sam Raimi, 1981

Tengo la suerte de haber vivido los 80 con la edad apropiada. Levantarse los sábados con “La bola de cristal" (RTVE, 1984), salir a jugar con las bicicletas, merendar un bocadillo de Tulipán,… y visitar el videoclub cada fin de semana, sintiendo un no sé que especial cuando llevabas la cinta que tantas ganas tenías de ver, y esa vez el “videoclubsero” (guardián de la puerta) te la había reservado. Estos pequeños detalles, que creíamos insignificantes, formaron y forman parte del engranaje de nuestras vidas corrientes, convirtiéndolas en únicas, irrepetibles y maravillosas. Y uno de esos momentos fue la tarde que alquilé “Posesión  infernal" (Sam Raimi, 1981).


Era aficionado al misterio, al terror,… pero aquella película, por mi edad, era un desafío. Quizás fuese la primera película que llegó a mis oídos en forma de leyenda urbana. Hubo señales. El “videoclubsero” me la dio en una carcasa roja. ¿Coincidencia? Puede ser. Nunca me habían dado una carcasa roja. Aquello me inquietó. Al llegar a casa, el primer visionado fue una montaña rusa de sensaciones muy distantes, desde el susto y reparo a la risa tronchante. Recuerdo a mi hermano y a mí, parando la película y repitiendo las secuencias (todo un sacrilegio).

“Posesión infernal" tuvo un recorrido fílmico lleno de bendiciones. Pero lo obvio es que fueron ganadas a pulso por unos jóvenes que con el único deseo de hacer cine, armados con una cámara de 16mm y unos intérpretes amateurs, se introdujeron en el bosque para contarnos una historia de terror. Cada plano respira la pasión por hacer cine, una lucha entre la imaginación y las posibilidades reales de producción.

La película recoge el testigo de diferentes filmes, siendo quizás “El exorcista" (William Friedkin, 1973) el más referencial. Este metraje de posesiones, se nos hace más cercano y empatizable el tema, al ser sus protagonistas unos chicos y chicas como tantos otros. Una simple salida, de lo más natural, da lugar a una tremenda aventura inimaginable.

Fotograma de la película

La aventura vivida por Ash (Bruce Cambell) y sus compañeros, marcarán una nueva forma de hacer el género. La manipulación de la óptica, los efectos visuales caseros, la efectividad de los efectos sonoros y la forma de utilizarlos (como si de un personaje más se tratasen), la imaginación y recursos del equipo, hicieron de aquello, una obra maestra del terror moderno. El guion es una excusa para que a medida que avanza el metraje, se convierta en reto su creación. Meses atrás, Raimi, con su último cortometraje (exitoso) “Within The Woods" (1978) bajo el brazo, consigue financiación privada, para junto su tropa, escaparse al bosque a filmar la locura. Está claro que el equipo no iba a ciegas. Otra cosa eran los medios. El personal era el mínimo de lo mínimo, y tú mientras sostienes el foco en este plano, maquillas en el siguiente. Así se afrontó un rodaje no falto de accidentes. Pero donde la película adquirió su fuerza fue en la sala de montaje. Raimi era muy consciente de ello y supo cocinar a fuego lento, un puchero que no solo homenajeaba algún clásico, sino que aportó muchísimo al género. El ritmo y las dosis perfectas de terror y humor negro fueron magistrales. A partir de su estreno y periplo por festivales del género, consiguió reacciones de la audiencia muy positivas. A ello, la opinión del maestro Stephen King, tras ver la película, afirmando ser la película de terror más original del año, disparó la obra hacia un lugar destacado en la historia del terror cinematográfico. Hoy en día está considerada por publicaciones especializadas y crítica, una de las veinte mejores películas de terror.

Fotograma de la película

En VHS, el alquiler de la cinta fue un fenómeno e incluso su venta. Sin tener en cuenta, por entonces, todas las copias piratas producidas bajo el amparo de un control poco exhaustivo. La cámara subjetiva recorriendo el bosque, la vida de los poseídos con movimientos cercanos al guiñol, y las continuas huidas o enfrentamientos de Ash, frente a situaciones escabrosas, han dejado una marca reconocible, incluso en algunas producciones que han intentado simular su estilo.

Distintos momentos de la producción. Boock of The Dead/ IMDb

“Posesión infernal" ha sido inspiración para muchos cineastas. Ha tenido varias secuelas: “Evil Dead II” (Sam Raimi, 1987), “El ejército de las tinieblas" (Sam Raimi, 1992), un remake (“The Evil Dead", Fede Álvarez – 2011), e incluso una serie producida en 2015, “Ash vs Evil Dead". Aquel grupo de universitarios de la Universidad de Michigan, alejados a miles de kilómetros de los estudios de Hollywood y su política comercial, no fueron el Spielberg tímido que se hacía pasar en su juventud por un trabajador de un estudio para entrar y aprender observando; ni un Martín  Scorsese montado a finales de los 60 y primeros de los 70 en una nueva ola de cineastas de la Costa Este, intentando unir sus ideas con las vanguardias cinematográficas europeas. El trío Raimi, Cambell y Ellen Sandweiss (actriz) no eran así. Aquel argumento de ficción entorno al libro del “Necronomicón" y las posesiones demoníacas, en realidad, encerraba un pacto más real; el de los creadores de “Posesión infernal" y sus espectadores, fieles y en legión, hasta el día de hoy.

Cartel de la película

Tráiler de la película: https://youtu.be/5RWhcsw1nwY

Ambigú Cinema - Noches de espanto #3





viernes, 9 de octubre de 2020

Noches de espanto #2 - "Frankenstein" de James Whale (1931)

Ni por asomo, la joven Mary Shelley, podría haberse imaginado que a raíz de su cuento escrito durante una tarde de verano en Villa Diodati, estaba creando un futuro icono del género cinematográfico de terror. Aquella especie de juego entre los escritores Byron, Polidori, y Shelley, dio lugar a “Frankenstein o el moderno Prometeo" (1816). El comienzo del siglo XX y un invento de feria, el cinematógrafo, haría que de la adaptación teatral del libro de Shelley, saltase a la gran pantalla, envuelto entre contrastes, sombras y formas del exportado expresionismo alemán al Hollywood en ciernes de primeros del siglo XX. Un hombre y su capacidad interpretativa, Boris Karloff, convertirían aquella apuesta del joven Laemmle, hijo del dueño de la Universal Carl Laemmle, en una obra eterna; “FRANKENSTEIN" de James Whale, año 1931.

Afiche publicitario de la Universal

Muy de niño, crecí con la admiración hacia los clásicos del terror, pero con “Frankenstein" me ocurrió algo extraño. La atmósfera, los personajes, y algunos momentos, me causaron el estupor que a un niño de unos seis años de entonces, podría causarle. Pero el denominado monstruo, la criatura, no causaba esas sensaciones en mi persona, todo lo contrario. Aquel ser, su extraña apariencia, fue menor que ese espíritu de inocencia, incomprensión, desamparo e incluso ternura que consiguió impregnar Karloff a la criatura.

Un fotograma del film. Universal, 1931.

Boris Karloff llevaba bastantes filmes sobre sus anchas espaldas. Su inmortalización en la historia de la cinematografía surgió aquel año 1931, cuando Bela Lugosi (“Drácula", Tod Browning, 1931) se negó a interpretar a la criatura, tras el exitazo de “Drácula". Cosas del estrellato.

La magia de “Frankenstein” se debe no solo a la interpretación de Karloff, junto a James Whale y Jack Pierce, este último, maquillador de la Universal; crean  un triángulo esencial para la construcción de la película. Basándose en los bocetos de Whale, el maquillaje de Pierce, iba cobrando forma sobre el anguloso rostro de Boris Karloff. Haber estado en alguna de esas sesiones y presenciar el nacimiento de la criatura, no hubiese tenido precio.

Director  Maquillador  Actor

En cuanto a la atmósfera del film, nos debemos remontar a películas predecesoras. Películas realizadas en Europa, bajo la influencia del expresionismo alemán. “El gabinete del doctor Caligari" (Robert Wiene, 1920), “Nosferatum: una sinfonía del horror" (F. W. Murnau, 1922),… marcarían el estilo de estos clásicos del terror del Hollywood de los años 30.

Fotograma "El gabinete del doctor Caligari"

“Frankenstein" es una reflexión sobre los límites establecidos por la naturaleza y el afán de enfrentarse a ellos por el hombre. Bajo la luz de ese rayo cegador de vida que recibe el laboratorio del doctor Frankenstein,  Boris Karloff nos dibuja no a una temible criatura, sino a una criatura totalmente empatizable con la humanidad frente a este mundo. Volvemos a ese terror, el de las sensaciones individuales ante un abismo, en este caso la incomprensión, el de los límites de la libertad, el  no reconocimiento como individuo. “Frankenstein" como toda gran obra, posee distintas capas. Tras la primera, el entretenimiento, el espectador es libre de ir descubriendo las restantes. Según se le antoje.

“Frankenstein” nos habla de una época de descubrimientos cinematográficos, estilos, influencias, y sobre todo de esa artesanalidad única e inmemorable. En los tiempos en los que se estrenó este clásico necesitaron de un prólogo en cada proyección, temiendo el impacto de la temática en la audiencia, decía así:

“Creo que les estremecerá. Puede que les asuste. Incluso podría horrorizarles. Por eso, si alguno de ustedes no desea pasar por ese trago, ahora tienen la ocasión de… Bien, les hemos avisado”.

La sala se ha oscurecido. Comienza la proyección. Silencio.

Cartel de la película

Tráiler de la película: https://youtu.be/BN8K-4osNb0

Ambigú Cinema - Noches de espanto #2



viernes, 2 de octubre de 2020

NOCHES DE ESPANTO #1 - "La profecía" (Richard Donner, 1976)

Esta edición de Halloween he decidido calentar motores durante el mes de cara a la noche del 31 de octubre. Esta tradición celta, cristianizada y después comercializada, nos permite disfrutar de una noche de fiesta tenebrosa, al más puro “The Munsters" (“La Familia Monster", serie de tv, 1964 – 1966). Pero ante todo, he de advertir que el terror, no es horror. Esta distinción de significados ha sido un tanto manipulada en el arte cinematográfico. Cierto puede ser que las sensaciones despertadas por ambos son próximas. Y en sí, suele ser distinguible en la calidad cinematográfica. Y eso es lo que ocurre en nuestra primera propuesta para estas "NOCHES DE ESPANTO" Imagínese en un pasillo, frente a un psicópata con cuchillo en ristre y máscara impávida. Bien, y ahora en un pasillo oscuro. Prefiero al mozalbete de la máscara. La oscuridad es más peligrosa. En esa nada, se dibujan nuestros temores, nuestros miedos, nuestras angustias. Un director de cine capaz de empatizar con nosotros y saber narrar, nos abrumará con esa oscuridad, convirtiéndola en un tiburón, en una niña poseída,… en uno de esos temores de por vida. Si alguien se atreve a permanecer en ese pasillo, comenzamos.


“LA PROFECÍA” de Richard Donner (1976), es una película que huye del artificio o golpe de efecto para sumergir al espectador en la narrativa, en ese pasillo oscuro del que hablábamos con anterioridad. Y es que, el film consigue aferrarse a la realidad, acercándose de vez en cuando a ese límite del fantástico, de una forma elegante y con buen pulso narrativo. Donner venía de dirigir algún que otro film, y este supuso su graduación en el Hollywood de los 70. Se ha hablado de una serie de sucesos que tildaron y tildan de “maldita" a la película. No obstante no fue la desgracia la que recayó sobre su director tras su estreno, convirtiéndose en un nombre a tener en cuenta en la historia del cine (“Superman" – 1979, “Los Goonies” – 1985, “Lady Halcón" – 1985, “Arma letal" – 1986,…). Richard Donner sigue como en “El exorcista" de William Friedkin (1973) una línea realista. Es decir, va planteando el drama y poco a poco “in crecendo" introduce situaciones que van tornando la atmósfera fílmica, pero sin intentar abandonar la verosimilitud. Años más tarde, esta sería la base para su gran éxito, “Superman" (1978).

Un momento en el rodaje. Foto Oscars.org

Volviendo a la película, posee un  reparto espectacular. Gregory Peck (Robert Thorn) es la estrella, sin olvidarnos de Lee Remick (Katherine). A ello hay que añadir al joven Harvey Stephens (Damian Thorn), una cara angelical a la que poco a poco vamos temiendo. No por él. El pobre chaval se encuentra en mitad de los distintos momentos críticos del drama, pero es que al angelito lo van empujando las malas influencias. La joya interpretativa en este tipo de film y que todo director sabe que debe poner especial cuidado, es en el reparto de secundarios: el periodista, el sacerdote que advierte a Robert Thorn, la niñera de Damian,… Todos ellos conforman un tapiz interpretativo sólido.

Intérpretes

La película tiene momentos memorables: la celebración funesta del cumpleaños del peque, los sucesos al sacerdote y al periodista, destacando cinematográficamente la secuencia del triciclo y su dramático final. La combinación de primeros planos de la mirada de la niñera con el triciclo, y su supuesto final. Nos conducen, angustiosamente, bajo tan solo el sonido continuo del pedaleo, hacia el final de una secuencia con nota. Son de esas secuencias casi sin sonido, que nos  oír el propio palpitar de nuestros corazones.

Fotogramas de la secuencia

Y hablando de notas, que decir de Jerry Goldsmith. El célebre compositor consiguió el Óscar por la banda sonora del film. La música salpicada de coros que entonan “Ave Satani", conforma una de las mejores bandas sonoras de terror de la historia. Escucharla, sin incluso ver la película, tiene sus arrestos. Una joya musical de uno de los grandes músicos de la historia del cine.

Fotograma de la película

Revísenla o descúbranla. Tras su visionado les quedará claro un par de cosas: estar ante una de las grandes obras elegantes del terror; y el de mirar con respeto a los triciclos, sobre todo si es conducido por una mirada angelical. Ya os digo.

Cartel de la película 


Tráiler de la película: https://youtu.be/sS-sXcx30O4

"Indiana Jones, en busca del arca perdida" de Steven Spielberg, 1981.

  Pasadas las celebraciones sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la mayoría de los españoles hemos podido ver o casi ver, debid...