domingo, 3 de febrero de 2019

Vader y Drácula

Hay dos momentos que marcaron mi vida cinéfila. Los dos muy distantes en temática, pero que supusieron un fuerte golpe en mi pipiola consciencia. El primer momento fue encontrarme sentado en un cine de mi ciudad con seis años. En aquella mágica oscuridad con mi medio mollete de mortadela y fanta de naranja en ristre, se congeló mi emoción al presenciar como de entre el humo ocasionado por una explosión, surgía la figura de Vader. Su presencia, su voz,... hicieron que el mollete y la fanta no se consumieran al ritmo habitual. Así mismo, por aquella época, una noche cualquiera, enfundado en mi bata, recostado en el sofá, no sé si en una recuperación de operación de amígdalas, tuve la suerte de que mis padres me dejasen ver "La clave", un programa debate en televisión apoyado en la proyección de una película. Aquella noche emitieron "Drácula" (1931) de Tod Browning, con Bela Lugosi. No tenía ni idea quién era aquel personaje, que fui descubriendo a medida que avanzaba el metraje, torpedeando con preguntas a mis padres, mientras visionábamos el film. Estas dos obras, junto a la afición del cómic e historias de misterio, alimentarían mi imaginación. El cariño y el reconocimiento a estos dos clásicos, muy distantes el uno del otro, aportaron en su medida a la historia del cine. Tod Browning, creció artísticamente junto a Griffiths, a ello hay que añadir a Karl Freud, que trabajó como camarógrafo para Murnau, Fritz Lang,... y que contratado en los años 30 por la Universal, hizo desembarcar el expresionismo alemán en un Hollywood que comenzaba a fichar talento más allá de sus fronteras. El claro oscuro, las sombras, las anulaciones de cámara y otros artificios, se abrían paso. En el cine de terror, encontraron un caldo de cultivo apropiado, regalándonos verdaderas obras maestras como "La novia de Frankenstein"Aquellos años, eran años de experimentación, de expansión,... Cuarenta años más tarde, grandes estudios de cine, debido a crisis sociales, la televisión y a un público apagado, encontró un revulsivo en la loca propuesta de un cineasta independiente, George Lucas. Sus comienzos, un tanto incomprendido, encontraron el apoyo de Coppola. Por una serie de circunstancias, el destino y su cabezonería, logró filmar lo que sería el comienzo de una epopeya galáctica, que cambiarían las reglas de juego en Hollywood, en cuanto a promoción de un film y abriría las puertas a un cine cargado de fantasía, esperanza,... donde directores como Spielberg, Dante, Zemeckis y otros tantos, nos regalarían historias que hoy forman parte de nuestra cultura colectiva actual. Dos películas distantes en el tiempo, que contribuyeron a su forma en la cultura y en la industria, y sobre todo en la imaginación de un niño, que hoy en día sigue revisionándolas, quedando igual de cautivado que por entonces.


 STAR WARS (1977) de Georges Lucas.
DRÁCULA (1931) de Tod Browning.

sábado, 2 de febrero de 2019

Comenzamos

Años 80. Pararse ante la cartelera iluminada, observar las fotografías que situaban junto al cartel, llegar temprano a la sala de cine para ver los trailers y poder entretenerse en el ambigú con la familia o amigos. Ahí, entrecruzábamos informaciones cinéfilas muy preciadas, cuando no existía internet o tantos programas de cine y revistas especializadas. El ambigú era zona de encuentro al comienzo, durante o al final de la proyección. Era la frontera entre la realidad y el sueño. Sensaciones se proyectan como la luz del proyector sobre la gran pantalla del recuerdo de nuestra memoria cinéfila. Eso será Ambigú Cinema, recuerdos cinéfilos, anécdotas, propuestas que nos hicieron y nos hacen vibrar de emoción ante la fascinante magia de ese tonto invento, maravilloso, de primeros del s. XX, llamado CINE.

"Indiana Jones, en busca del arca perdida" de Steven Spielberg, 1981.

  Pasadas las celebraciones sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la mayoría de los españoles hemos podido ver o casi ver, debid...