sábado, 30 de septiembre de 2023

"El exorcista" de William Friedkin, 1973.

 Más de una vez he hablado de unos de mis cines de verano en la infancia, el cine Pau de Campello. Aparte de las distintas aventuras que nos hizo vivir a la familia, fue allí donde me encontré cara a cara con el verdadero terror. Aún recuerdo ver en la cartelera, junto a mis padres, aquellas fotografías publicitarias que ponían junto al cartel de la película. Las fotografías enseñaban a una niña muy bien maquillada "de monstruo" (como decíamos por entonces). Mis padres eran algo reticentes. La verdad es que no había miramientos con nosotros a la hora de ver una película. Salvo alguna que tuviese temas o secuencias que rondasen una violencia extrema o ponográfica. El caso es que entramos al cine y desde entonces aquellas imágenes de esa película, su música, su sonido, sus situaciones, sus personajes... me acompañarían cada año de mi vida. Han sido pocas las revisiones que a lo largo de la vida he dado a esa cinta. Seguiré haciéndolo. Pero a pesar de saber todos y cada unos de sus pasos en la realización, tiene un gran poder hipnótico que hace me sienta de nuevo como ese inocente niño, como en aquel verano, frente a una de las películas más aterradoras de todos los tiempos: "El exorcista" de William Friedkin, 1973.

Fotograma de la película "El exorcista"

Existe en la historia una serie de películas que absorben al espectador, con una especie de magia especial. Se convierten en películas míticas que rozan o tocan la psique profunda del espectador. Cuando hablamos del género del terror, existen varias. Pero ninguna con la articulación visual y sugestiva que la dirigida por Friedkin.

Fotograma de la película "El exorcista"

"El exorcista" a priori, hoy en día, puede ser una película muy simple: una niña comienza a tener malos sueños y una especie de desdoblamiento de personalidad hasta ser violenta, consigo misma y su entorno. La madre recurre a los servicios de la medicina y frente a la imposibilidad de dar con el agravante, recurre a la ayuda de la iglesia, terminando en un exorcismo.

Fotograma de la película "El exorcista"

Fotograma de la película "El exorcista"

No hay complicadas tramas secundarias, ni personajes retorcidos, y ni por asomo un gran despliegue de producción en cuanto a escenarios, fotografía... Solo el tratamiento paciente del director en cada una de las secuencias, perfectamente medidas, sin desperdicio alguno. Una fotografía muy medida en luz, sin artificios, salvo algún contraluz o ese genial plano general de la llegada del padre Merrin (el exorcista) a la casa de la poseída. Una fotografía que busca la sensibilidad del espectador hacia el entorno fotografiado. Esta técnica es heredera, de la pintura de René Magritte. Recuerdo, cuando en la adolescencia con mis primeros trabajos visuales buscaba imitar ese enfoque surrealista a través de la cámara videográfica. Como mínimo, mereció la pena ir a la biblioteca de mi ciudad e intentar buscar láminas del artista y dejar llevar mi imaginación con su obra. Hoy, en vez de ir a la biblioteca, a golpe de Google lo hubiese solucionado todo. Quizás no hubiese vivido esa maravillosa experiencia de pasear entre los pasillos silenciosos de la biblioteca, emocionado por encontrar lo buscado y disfrutarlo en una gran mesa, bajo la luz tenue de aquel templo del saber.

Obra de René Magritte, "Empire of Light".

Fotograma de la película

La película va introduciéndote en la dramática historia de tal forma que comienza a despertar dudas y temores internos del espectador, sobre todo, si ese espectador tiene un poco de educación religiosa o algún tipo de creencia al respecto.

Fotograma de la película

La película es una manipulación visual, sumamente inteligente. Perdón, visual y sonora. Y no me refiero a esa especie de repente sonoro producido por algún efecto o música. El sonido es también manipulado para poner nervioso al espectador. Para ello, se recurrió incluso en algunas de las secuencias a grabar a determinados decibelios el sonido de colmenas. Un sonido que puede intranquilizar tras una larga exposición al oyente. También existe la leyenda de que hay incluida en la banda sonora, grabaciones de audio correspondientes a verdaderos exorcismos.

Fotograma de la película

"El exorcista" es un experimento audiovisual hacia la audiencia. Todo ello perfectamente engranado con una realización muy de la época. De hecho, el desarrollo del 75% de la película, tiene un desarrollo muy común, pero ojo a como cada una de las secuencias van llevándonos hacia un estado de intranquilidad con respecto a la joven protagonista, llegando a producir en algunos de los espectadores bastante intranquilidad a medida que tenemos que estar más tiempo con la poseída.

Fotograma de la película

La historia de "El exorcista" está basada en el best seller "El exorcista" de William Peter Blatty. Al parecer, inspirada en un caso real de exorcismo. Durante años, el escritor fue desarrollando la trama mientras desarrollaba otros trabajos. La novela llegó a convertirse en best seller. De tal forma, que la prensa llegó a localizar al verdadero niño que décadas atrás fue el protagonista del verdadero exorcismo que investigó e inspiró a Blatty. Por cierto, aquel niño fue encontrado como adulto trabajando como ingeniero en la NASA; Roland Edwin Hunkeler.

El escritor William Peter Blatty

La película comienza en unas excavaciones y sigue en la urbe cercana a ellas, en Irak. Estas secuencias no tienen diálogo alguno. Solo el sonido ambiente, ni siquiera música. Nos presentan al padre Merrin, interpretado por Max Von Sydow, bajo un perfecto maquillaje que le proporciona una edad más avanzada a la que tenía el actor en aquel momento. A modo personal, creo que esta serie de secuencias nos adentran en esa soledad del personaje, en sus reflexiones. Una soledad ante un mundo bastante agitado, con prisas, que no presta la debida atención al presente, y menos al pasado. Un pasado en el que siempre existen claves para resolver asuntos presentes.

Fotograma de la película

La vida que se nos presenta a continuación es en Washington, ciudad donde vive nuestra protagonista junto a su madre. Ello rompe con esa realidad ancestral que hace reflexionar y preocupar al padre Merrin. Se nos presenta a la joven Regan (Linda Blair), como una niña muy cariñosa hacia los suyos. Poco a poco este carácter se va a ir marchitando haciendo florecer a una niña desafiante, mal educada, extraña, e incluso peligrosa.

Fotograma de la película

Lo genial de la película es que no necesita de artificios cinematográficos para presentarte las problemáticas y que puedas empatizar con ellas. De hecho, paralela a la vida de Regan, vemos la vida de Karras (Jason Miller), un sacerdote especialista en psiquiatría de la Universidad de Georgetown. Curiosamente al mismo tiempo que Regan va siendo imbuida por la maldad, el sacerdote entra en un conflicto personal de fe. Estas dos líneas de vida que transcurren en paralelo, se van a ir acercando poco a poco hasta coincidir la una con la otra.

Fotograma de la película

La película tiene secuencias que han pasado a la historia de la cinematografía: el maquillaje de Merrin y Regan, la levitación, el orín sobre la moqueta, la llegada del padre Merrin en un taxi a la casa, la escalera en las cercanías de la casa...

Fotograma de la película

Amén del ingenio de las secuencias resueltas con efectos especiales físicos, realizados en el mismo set de grabación, lo cual le da un aire mayor de credibilidad a lo filmado. Estas secuencias han sido preparadas con anterioridad. Se ha ido preparando al espectador para ello, esa es la grandeza cinética de "El exorcista". Cada una de ellas es antesala a la siguiente. Eso hoy en día se ha perdido, en la mayoría de las producciones existe actualmente una forma de hacer cine más artificial. Parece responder todo a una especie de esquema, que el ávido espectador, tras la visualización de algunas de ellas, ya precede y lo que vemos deja de tener ese especial atractivo.

Fotograma de la película

Películas como la que estamos comentado, u otras tipo como, "Los ladrones de cuerpos" e incluso "La cabina" de Antonio Mercero, serían hoy impensables de filmar, o al menos de producir el mismo resultado en el espectador. La prueba la tienen en la de cientos de películas que existen de terror, y ninguna de ellas, llega al nivel de atracción de "El exorcista". Yo lo comparo con comer unas croquetas caseras de puchero, a comer unas croquetas congeladas del supermercado, pues lo mismo.

La protagonista Linda Blair en un descanso del rodaje. X.com

"El exorcista" sufrió desmayos en su estreno. Hubo gente que no pudo soportar alguna de las secuencias. Aquel que sobrevivía a la proyección, le quedaba la peor parte, sufrir en pensamientos, en la oscuridad o sin oscuridad, los temores que pude despertar la historia. Una historia que hace que el espectador remueva su subconsciente antropológico.

Estreno de "El exorcista". Ecartelera.

Existió la secuela, "El exorcista - El hereje" por John Boorman (1977). Aún por descubrir. Una muy buena película. Quizás, en su momento de estreno le hizo daño la anterior. El espectador esperaba de nuevo encontrarse con situaciones parecidas. Lo que normalmente ocurre en la mayoría de las secuelas. No sería así. Y bastantes años más tarde, una digna continuación de la primera, "El exorcista III" escrita y dirigida por William Peter Blatty. Con una articulación visual de la época de los años 90 que sabe sumarse al estilo de la primera entrega. Claramente se ve el estilo de Blatty. Hubiese sido genial poder haber visionado el verdadero montaje del director, ya que fue obligado por la Century Fox a realizar modificaciones. Buscaban más espectáculo visual, había que competir con las sagas de "Viernes 13", "Halloween", "La mosca"...


Cartel de "El exorcista II"

Cartel de "El exorcista III"

Aún recuerdo, cuando un viernes por la tarde noche, un grupo de amigos fuimos a verla. El cine (Ideal Cinema de Antequera) en ese momento no tenía espectadores. Solo éramos cinco personas. Desde la primera secuencia de apertura, con la escultura del Cristo de una iglesia abriendo los ojos hacia la cámara, hasta el último fotograma, la disfrutamos. Fue de tal manera la impresión y lo sugestionados que fuimos, que cuando salimos del cine nos dimos cuenta de no habernos quitado los abrigos durante la proyección. No digo nada.

Fotograma de "El exorcista III"

Según observamos el paralelismo entre el desarrollo de la sociedad de aquel entonces (guerras, conflictos internacionales, crisis económica…), un tanto movidita y el cine que se hacía, por ejemplo la película anterior del director William Friedkin, “The French Connection” (1971); pues la verdad ir al cine, no era cargarse de positividad. Pero leyendo un trabajo universitario y distintos libros sobre el género, siempre le hemos brindado a Georges Lucas y a Spielberg el título de padres del cine que surgió a finales de los 70 y durante los 80. Cine de masas dispuestas a vivir determinadas aventuras. Teniendo en cuenta, el tipo de argumento, el desarrollo del mismo, sus personajes, y el fuerte impacto que obtuvo en aquel entonces, podríamos decir que “El exorcista” abrió la puerta a un cine  fantástico, bien articulado, con herencia de un tratamiento clásico, pero con un aire más ligero y cierta realización innovadora; recogiendo Steven Spielberg  el téstigo con “Tiburón” (1975).

El director William Friedkin. IMDb.

El cine de terror pasó de ser tratado por entonces como casi un subgénero para volver a tomar la gloria que lució con la Universal en los años 30 a los 40. Adaptaciones, nuevas líneas argumentales, apoyadas por ingeniosos efectos visuales comenzaron a llenar las salas cinematográficas buscando la intranquilidad y el espanto del espectador. Pero ninguna alcanzaría el nivel de la mirada poseída de Regan. Una mirada que hoy en día sigue descubriéndonos los terrores antropológicos más profundos del ser humano, y despertando la psique de aquel niño que tuvo que pasar aquella noche de verano acompañado por su padre.

Cartel de la película "El exorcista"


Ambigú Cinema - "El exorcista" de William Friedkin, 1973.




"Indiana Jones, en busca del arca perdida" de Steven Spielberg, 1981.

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