viernes, 25 de septiembre de 2020

La huella

A medida que pasa el tiempo, recuerdo más momentos de mi infancia que creía perdidos. Y la verdad, uno encantado. Supongo que la vida se trata de eso. Acumular experiencias. Crear tu propia biblioteca de momentos y en algún instante de vida futura, acudir a esa inmensa biblioteca por placer o necesidad. Dejémonos de historias cercanas a la metafísica de usuario y pensemos en cine. En estos primeros días de otoño, me ha venido a la mente, una de esas pelis que uno recuerda con añoranza y disfruta cuando le viene en gana; “La huella" (Joseph L. Mankiewicz, 1972). Quizás fuese de las primeras películas de mi infancia. Seguro la vería en televisión. El caso es que el primer vago recuerdo que tengo de ella, es el autómata marinero que tenía el señor Andrew en su salón. Más de un sueño inquieto tuve con el dichoso juguetito. No obstante, a medida que el tiempo pasaba, y con las constantes reposiciones y algún que otro visionado fortuito, “La huella" se ha convertido en una de esas películas, que en determinadas tardes o noches, uno disfruta con la puesta en escena de sus dos personajes, encarnados por dos leyendas de la interpretación; Sir Laurence Olivier y Michael Caine. Un verdadera “tour de force" interpretativa. Un cara a cara entre una leyenda viva de aquel momento como era Olivier, y un joven Caine, que ya daba sobradas cuentas de ser unos de los grandes actores de la historia. Dos actores con oficio, y un marcado estilo particular.

Fotograma de la película (20th Century Fox, Palomar Picture)

“La huella" es la adaptación cinematográfica de la obra teatral homónima de Anthony Shaffer. El reto de llevar esta obra a la cinematografía no era las localizaciones, la interacción de un grupo de intérpretes elevado, los efectos especiales,… nada de eso. El reto era tener al público en vilo durante el metraje, sin intentar adulterar la obra teatral. Aquella proeza fue posible a la conjunción de Mankiewicz, Olivier y Caine, que aparte de ofrecernos su magistral trabajo, hicieron de Shaffer (el autor), un nombre muy a tener en cuenta. La propuesta osada del escritor de novelas de misterio Andrew Wyke, al peluquero Milo Tindle, le abriría las puertas de la industria, y trabajar con uno de los grandes, Alfred Hitchcok.

Hitchcock y Shaffer. New Beverly Cinema.

La realización del film es ortodoxa, de la vieja escuela, sabiendo sacar provecho a cada gesto o movimiento de sus intérpretes en estado de gracia. Su director, es uno de los grandes. Igual sacó adelante el mega proyecto de “Cleopatra” (1963), como tras venir de dirigir un western con Douglas y Fonda (“El día de los tramposos", 1970) se mete en un estudio para filmar una historia donde la palabra y la interpretación son los pilares de la película. El argumento, como hemos dicho en otras ocasiones, no es original en sí. En otras obras literarias, películas, series de tv, la idea puede ser encontrada, pero no contada de forma tan magistral por sus personajes. La trama se convierte en un juego no solo para sus protagonistas, sino que involucra poco a poco al espectador. Normalmente la mayoría de los films de hoy en día, logran con la realización, el artificio cinematográfico, alguna que otra cara conocida, un producto final mínimamente tragable. Existen excepciones. A pesar de los años que nos separa de su filmación, las modas, estilos visuales, atmósfera,… “La huella" es un clásico imperecedero. Un objetivo de cámara y el trabajo de dos grandes intérpretes, levantan una película de puro sabor interpretativo. Un plato para deleitar tranquilamente, sin la prisa de los precocinados por las plataformas visuales de la actualidad, o los tan poco condimentados de la cartelera actual. Hoy nos hemos puesto un tanto gourmet, cinematograficamente hablando. ¡Qué aproveche!

Cartel de la película 


Tráiler de la película: https://youtu.be/DGz1QTj9-d4


sábado, 19 de septiembre de 2020

Meteoro (1979)

La visita semanal o visitas semanales al videoclub formaban parte de ese ritual necesario en el tiempo de ocio. A veces, tales visitas eran simplemente para mirar nuevos títulos, recrearse en las carátulas. Cuantas películas han sido alquiladas tan solo por el diseño de las carátulas en VHS, o por esos maravillosos carteles colgados en los escaparates o paredes del videoclub. El caso es que a veces vivía épocas en determinados géneros. Y una de esas épocas fue la dedicada, por mi parte, a visionar todo lo que caía en mis manos sobre cine de catástrofes.


Los años 70 fueron prolíficos en películas del estilo: “La aventura del Poseidón" (Ronald Neame, 1972), “ Terremoto" (Mark Robson, 1974), “El coloso en llamas" (John Guillermin, 1974),… entre estos mega títulos se encontraba uno que no tuvo tan buena acogida, ni fue tan exhibida en televisión; quizás por estar el público algo cansado y saturado de estas situaciones; me refiero a “ Meteoro" (Ronald Neame, 1979).


“Meteoro" tiene todos los ingredientes necesarios de la película de catástrofes de aquellos años. Un reparto con nombres a tener en cuenta, como: Sean Connery, Natalie Wood,  Martin Landau, Henry Fonda,... Característico de la promoción del film era publicitar un cartel, donde ese reparto aparecía con foto al pie del diseño del cartel. Esto le daba el empaque necesario para verse uno aquella película, te gustase o no los maremotos, meteoros o transatlánticos hundiéndose. Por otro lado, los efectos especiales debían ser respetables. “Meteoro" cuenta con unos buenos efectos especiales en composición, escala, transparencias, maquetas,… que por cierto, podría sacar los colores a algún que otro producto actual, por muchos adelantos técnicos que tengamos. Sus créditos de presentación a más de uno le va a recordar el estilo de presentación de “Superman” (Richard Donner, 1979). Debemos romper una lanza por el director de fotografía Paul Lohmann y su capacidad de intercalarnos momentos de interpretación con otros de acción trucada. Su fotografía puede pasar desapercibida, pero hemos de tener en cuenta que gran parte del metraje se desarrolla en interiores y quizás no destaque tanto como en otros films. No obstante, considero el acabado muy digno. Los diálogos muy precisos y bien desarrollados, sin sobrar, ni faltar. Están muy alejados de los acostumbrados y oídos en los films de por ejemplo Roland Emmerich, heredero actual de este cine catastrófico (“El día de mañana" – 2004, “2012” – 2009,…). Nada en contra del bueno de Emmerich, que nos hace pasar algún que otro buen rato con sus pelis, una especie de montañas rusas, que oigan, no va a ser todo “cinéma vérité”. Volviendo a “Meteoro", cumple perfectamente la vez de cine de entretenimiento, así como el de poder disfrutar de las interpretaciones de grandes del celuloide, que son en sí, los que hacen que la película tenga la altura y la valía de film de culto.

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Introducir el cassette en el video y dejarse llevar una tarde por estas aventuras fílmicas, no tenía precio. Películas de este tipo, eran sanos entretenimientos que a parte de hacer volar nuestra imaginación, siempre nos enseñaban como la unión en el valor y en la esperanza hacia un bien común, podían hacer cualquier cosa posible frente a cualquier tipo de desgracia que acechase nuestras vidas; fuese un asteroide de treinta kilómetros de diámetro o lo que al guionista se le ocurriese. Claro está, que todo ello es más tranquilizador cuando a los mandos tenemos a Sean Connery, que de salvar el mundo tiene varias master classes impresionantes.

Cartel de la película


Tráiler de la película: https://youtu.be/LSJf5gwmsgQ


viernes, 11 de septiembre de 2020

Cazadores de sombras

El mes de septiembre es un mes de recuerdos, añoranzas y de coleccionables (libros, maquetas,… lo que sea). La vuelta a la rutina por la mayoría de los mortales, tiene esa brecha psicológica dependiendo del individuo. Este año recordaba aquellas series de verano que disfrutábamos a la hora de la siesta, y que luego continuábamos entre juegos de infancia. “Galáctica" (1980), “El coche fantástico" (1982 - 1986 ), “El gran héroe americano” (1981 - 1983), “El halcón callejero" (1985),…   todas aquellas series son hoy en día cultura popular, pero otras, por distintas razones, parece uno haberlas disfrutado en algún tipo de realidad alternativa, ya que nadie tiene recuerdo de ellas. Un ejemplo, “Cazadores de sombras" (1985). En defensa de aquellos amnésicos televisivos, decir que comenzó a finales del verano y que un servidor pudo terminar de verla gracias a la milagrosa tecnología de grabación del video VHS. Quizás de ahí, no se acuerden muchísimos “goonies" de entonces. La serie tuvo una temporada. A través de los distintos capítulos, el dúo formado por     Dr. Jonathan Mackenzie (Trevor Eve) y Edgar Benedek (Dennis Dugan), comandados por  la Dra. Juliana Moorhouse (Nina Foch),  investigaban casos sobrenaturales. Mezclemos en una batidora a “Scooby Doo", “Se ha escrito un crimen" (1984) y “Expediente X" (1993). Y… voilà!.


“Cazadores  de sombras" me tenía enganchado. Se mezclaba la investigación detectivesca con lo paranormal. Cada capítulo abordaba algo mítico dentro del género del fantástico: los vampiros, los extraterrestres,… Tenía su ritmo y lograbas empatizar con los protagonistas. El Dr. Jonathan era el escéptico, mientras que Edgar era el que se dejaba llevar por los acontecimientos. Una especie de Mulder y Scully (“Expediente X", creado por Chris Carter – 1993). Las caras de los intérpretes eran conocidas, sobre todo la de Dugan, que había participado en “ Un astronauta en la corte del rey Arturo" (Russ Mayberry, 1979) y que podíamos encontrar en cualquiera de las repisas de aquellos templos denominados videoclubs. La serie dosificaba el ambiente de misterio y los efectos visuales, indispensables en este tipo de serie. Su programación tardía o la franja elegida para su emisión, quizás fuese su talón de Aquiles. No obstante, desde aquí nuestro recuerdo y rescate del ostracismo televisivo. Ojalá uno de nuestros paseos por centros comerciales, comercios o webs especializadas, nos descubran algún día una edición doméstica. Tendrá un lugar de privilegio en mi estantería cinéfila junto a “ Cuentos asombrosos" (1985 - 1987), “Dragones y mazmorras” (1983 - 1985 ) … y otras tantas que mantuvieron viva la llama del relato, de la fascinación por las historias y el fantástico, junto a libros y cómics. Ojalá pudiese tener entre mis manos aquella cinta VHS 180 Phillips, de carcasa negra de cartón, grabada en LP. Seguro encontraría algún que otro capítulo de “Cazadores de sombras" e incluso alguna joyita del momento. ¡Ay septiembre!

                                                  Los protagonistas. H&I/ TV Network


Cabecera (intro) de la serie: https://youtu.be/TfwxXEwy78c

sábado, 5 de septiembre de 2020

LA SECUENCIA DE "Tiburón" (Spielberg - 1975)

Con esta entrada inauguramos una sección en Ambigú Cinema. Cada ‘X’ tiempo analizaremos la secuencia de una determinada película. Cada film posee una secuencia maestra, una secuencia que define el espíritu de la obra. Hoy comenzamos analizando la mítica secuencia de Robert Shaw, Richard Dreyfuss y Roy Scheider, comentando el incidente del USS Indianápolis (crucero de la Armada USA, 1931 - 1945) en el film de “Tiburón" de Steven Spielberg (1975). Quizás una de las mejores secuencias filmadas por el director. No le hizo falta sacar a “Bruce" (apodo que el equipo le puso al tiburón articulado), ni a extraterrestres, ni a Tiranosaurios corriendo por lo ancho y largo de la pantalla. Solo tres actores y la capacidad interpretativa de Robert Shaw para simplemente contarnos una historia, bajo la atención de sus compañeros de reparto, en el angosto camarote de “La Orca” (barco en el que se encuentran). Solos en la noche, con la única compañía de los crujidos del viejo casco contra la inmensa masa de mar, y el acecho continuo del tiburón.

La secuencia se encuentra dividida en pocos planos. Planos medios cerrados y abiertos. El monólogo de Quint (Robert Shaw) es de estudio en Escuela de Arte dramático. Su interpretación y exposición sostiene la atención y la tensión. Esta a su vez es insertada por planos de reacción de los compañeros, con la función de empatizar con los espectadores de forma brutal. El ritmo interno de la estructura de planos es preciso y con el pulso de un Spielberg sabedor de que ese instante es primordial en la historia que nos cuenta. Su capacidad para dirigir actores se deja ver. La edición es perfecta. Estamos ante la más trivial y antiquísima forma de contar un relato. Ahora, el anciano de la tribu (Quint) se encuentra frente a la hoguera (La Orca) en mitad de la noche, los escuchantes se encuentran protegidos por el fuego y son abducidos por el relato, por la maestría del contador de relatos.

Por muchas situaciones que a la altura del film hayamos vivido (incluyendo su genial comienzo con los bañistas) es esta la secuencia que por fin nos atrapa y se graba en el subconsciente cinéfilo, para golpearnos a partir de entonces durante el metraje del film.  Una secuencia con  diálogo sereno, cargado de emotividad, donde el cazador Quint nos descubre su razón de ser. Una razón teñida de sangre, océano, angustia y pesadillas que perseguirá al personaje durante toda su vida  convirtiéndolo en lo que es. Escrita por Spielberg, recibió la aportación definitiva de John Milius. Fue levemente retocada con aportaciones de De Palma (director y amigo de Spielberg) e incluso de los actores.  Técnicamente la secuencia está diseñada sin artificios externos. El sonido (crujir de la madera, la mar,…) es el único ingrediente que Spielberg deja entrar sutilmente. Sin olvidarnos de John Williams, su música. En esta secuencia comienza casi a mediados de su duración, solo unos compases le hace falta al maestro para tenerte totalmente preso en la atmósfera creada por las palabras de Quint y las miradas de Brody y Hooper. Todo ello en conjunto, convierten la secuencia en puro cine.


Spielberg, el gran contador de historias, deja su gran caja de herramientas cinéfilas para acercarse a nosotros. Cara a cara nos mira y nos habla del miedo. De como se retroalimenta así mismo de nuestros temores. El temor a lo desconocido, a la oscuridad, a lo vivido o a lo no deseado vivir. Nuestra mente es como el frágil camarote de “La Orca” en mitad de la noche. En él, alrededor de la mesa sentados junto a Quint, descubriremos que no será imaginarnos los ojos negros del escualo, sin vida, como los de una muñeca; que no será escuchar un crujido sospechoso en la embarcación; que será la soledad de nuestros pensamientos la que puede convertirse a veces en el peor de los tiburones.


Visionado de secuencia: https://youtu.be/LXZYvgMWppU




"Indiana Jones, en busca del arca perdida" de Steven Spielberg, 1981.

  Pasadas las celebraciones sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la mayoría de los españoles hemos podido ver o casi ver, debid...