Vivimos tiempos convulsos: crisis económicas, sociales, de valores,... El patio anda revuelto, pero si uno se fija en la historia de la humanidad, digamos que casi siempre ha sido así. Hoy en día, los medios de comunicación, se encargan de que todo el mundo esté maravillosamente preocupado e inquieto, amén del lado en el que se encuentre del conflicto y de donde le llegue la información, siempre manipulada a placer, o no. En este ambiente caldeado, me ha dado por pensar en películas que de alguna u otra forma nos puedan hablar de las responsabilidades de los dirigentes, cuando discusiones subidas de tono, pueden atentar a una población o al mundo a un desastre de terribles consecuencias, incluso de pura extinsión de una de especie.
En una entrada anterior de este blog, hice alusión a la película "El día después" de Nicholas Meyer (1983). Sus acontecimientos siguen helándome la sangre, y más en la situación actual, en la que parece que la Guerra Fría de la década de los 50 a los 70 del siglo pasado, sigue existiendo.
Me he decidido a recordar una película más ligera, divertida y algo entrañable, aunque con un transfondo preocupante. Este transfondo que sería también explotado por directores como James Cameron en su "Terminator". Hablamos de que una máquina, un cerebro artificial, pueda llegar a tomar el control de nuestro destino. Y eso, es precisamente lo que ocurre en esta aventura fílmica donde el joven actor Matthew Broderick se las va a tener que ver con un gran ordenador, y el ejército de los Estados Unidos, ante una amenaza atómica. Hablamos de "Juegos de guerra" de John Badham,1983.
Algunas películas de los 80, la mayoría son entretenidas, incluso algunos denominados subproductos que beben de tramas originales. "Juegos de guerra" tiene ese don. Divierte. El desarrollo de su trama va increscendo, incluso con cierta verisimilitud.
Al principio de los años 80, con un mundo un tanto parecido al actual, tensión entre dos grandes potencias, enfermedades,... la tecnología parecía avanzar a grandes pasos, y los ordenadores, empezaban a ocupar un lugar importante en el desarrollo de la sociedad, o al menos comenzaban a introducirse.
"Juegos de guerra" mezcla este ambiente de tensiones políticas y tecnología en ciernes. Para ello, un pirata informático se encuentra de forma casual con un súper ordenador (WOPR), y están a punto de desencadenar una posible guerra nuclear.
La mayor parte del metraje se desarrolla en instalaciones militares. A destacar el gran salón de control del centro NORAD (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial), fundado en 1958). El equipo de la película no tuvo acceso a las verdaderas instalaciones, por lo que los productores Golberg, McNall, Schneider y Hashimoto, decidieron construir el escenario más caro hasta el momento, con un coste de un millón de dólares. Lo lucieron y le sacaron el máximo provecho. Nada más hay que ver su primera aparición en pantalla, alzándose la cámara por los aires, realizando un giro de 180º, mostrándonos el gran salón de control de NORAD.
Los guionistas Lasker y Parkes escriben una trama con pulso, y con ingredientes descriptivos, que convierten esta película en una película de culto. Hace un planteamiento directo de los personajes desde el comienzo, establece claramente el conflicto, van produciéndose los acontecimientos derivándose en los distintos desenlaces.
Arthur B. Rubinstein realizó parte de las bandas sonoras de la filmografía de Badham. De su música ochentera, cabe destacar la utilización de sintetizador y primeros instrumentos de computadora digital, combinándolos de forma sinfónica con instrumentos de otras familias, ya fuese de cuerda, viento,… “Juegos de guerra” tiene todos estos tipos de sonidos que gustaba al compositor integrar en su obra. Si cabe destacar, el uso que hace de la armónica en esta composición. El sonido de este instrumento rompe con el cuerpo instrumental utilizado, que nos hace referencia a los militares, a las situaciones de thriller, para con ello, perfilar el aire de inocencia juvenil del protagonista, ante la situación provocada por su cocoteo con el ordenador principal de NORAD. Una realidad de tensión que se rasga con el sonido de la armónica, evocador de tranquilidad, de paisajes campestres, de familia,… frente a un mundo al borde de la destrucción.
A pesar de la temática, “Juegos de guerra” es una película amable que puede ser vista por todos los públicos. Incluso hoy en día, nos puede enseñar y hacer reflexionar sobre el uso de las nuevas tecnologías.