Tengo una debilidad por los ambientes sombríos y de época, desde el punto de vista cinematográfico. Una atmósfera que bebe del expresionismo cinematográfico alemán. No hay nada como deleitarse en ese tipo de películas. De entre mis preferidas, tengo una con especial cariño, ya que gira entorno al mundo de la música. Y si para colmo, el encargado de la banda sonora es Bernard Herrmann, estoy siempre dispuesto a visionarla. Una película donde la música y el sonido tienen gran protagonismo, y no como artificio cinematográfico. Recordemos “Concierto macabro" de John Brahm, 1945.
La música y el sonido van a tener un especial protagonismo. La música, porque el protagonista es un compositor musical, intentando destacar en Londres a primeros del siglo XX. Y el sonido sin armonía, a modo de ruido, de forma un tanto paradójica, nos descubrirá la cara malvada y psicótica del protagonista. Una especie de doctor Jekyll y señor Hyde de lo sonoro.
La película está basada en otra novela de Patrick Hamilton “Hangover Square" (1941), y digo otra, porque ya hemos hecho mención de este autor en otras películas anteriores, “La soga" de Alfred Hitchcock (1948) y “Luz que agoniza" de George Cukor (1944). Ambas basadas en sus obras literarias. John Brahm hace una adaptación visual basada en el ambiente sombrío, en la atmósfera del claro oscuro; en encuadres maestros muy forzados en perspectiva; y en la música de Herrmann. Todo ello, partiendo de la descomposición que hace Barré Lyndon de la obra de Hamilton. Lyndon fue uno de los grandes escritores británicos que terminó escribiendo guiones, sobre todo adaptaciones de obras literarias. Quedaría para la historia su adaptación del gran clásico de H.G. Wells, “La guerra de los mundos” de Byron Haskyn, 1953.
El protagonista interpretado por Laird Cregar, el compositor George Harvey Bone, sufre un trastorno psicótico. Cada vez que un tremendo sonido (una caída de instrumentos, choque de tuberías,…) se cruza en su camino, su personalidad se transforma en la de un asesino. Alguien totalmente distinto. Un artificio que me recuerda siempre a un capítulo entre Piolín y Silvestre (serie de dibujos animados), donde “el tierno gatito" con un fuerte sonido se convierte en servidor del diminuto pájaro. Pero en nuestra película, la cosa es más seria. El crimen anda de por medio. Y con unos momentos de tensión espectaculares. Cualquiera que visione la película no olvidará el momento en que Harvey (como asesino) se deshace del cuerpo de una de sus víctimas, Netta (Linda Darnell), aprovechando una hoguera para la celebración de la noche de Guy Fawkes, como si se tratase de algo inservible de casa para avivar el fuego.
La gran secuencia es la del concierto que ofrece como estreno de su obra. La cámara se pasea en largos planos tomados desde una grúa por el set. Toma gran protagonismo la música de Bernard Herrmann. El último plano de George, sentado al piano, entre las llamas, alejándose la cámara en picado, desapareciendo el pianista entre la humareda, es de matrícula. Añadiendo la dificultad que tuvo que existir en aquel tiempo, por infraestructura y atrezzo. Un gran final visual.
John Brahm hizo un gran trabajo. Contó con el mismo equipo con la que realizó el año anterior, “Jack, el destripador" (1944). Ese toque expresionista alemán que conocía a la perfección (nacido en Hamburgo, trabajó en Alemania en cine y teatro, hasta que los nazis llegaron al poder) hacia destacar sus obras. El estreno de la película no pudo contar con el actor principal, Laird Cregar, quien falleció de un infarto.
“Concierto macabro" es testimonio de buen cine. Con una realización ortodoxa, buscando la máxima expresión en el encuadre, John Brahm nos deja esta película para demostrarnos que con una historia sin grandes giros argumentales, revelándonos el asesino desde el comienzo de la obra, y filmada en estudio (tanto los interiores como los exteriores), puede ser una gran película. Hoy cuando nos intentan llamar la atención con efectos especiales, asesinos descubiertos en el último instante, y mil un artificios explotados en otras producciones, nos hace reflexionar, sobre la importancia del contador de historias, el director de la película. Es esencial. En mi vida he tenido grandes maestros de la teoría cinematográfica. Pero sin duda el recibido por el gran director de cine argentino, Óscar Orzábal Quintana, se materializa en esta película: “Si no se sabe contar bien una historia, sea del género que sea, tenga o no grandes apoyos técnicos o humanos, la película se caerá”. El director debe saber contar una historia. John Brahm es uno de esos grandes contadores de historias que supo dejar su visión, tanto en cine como en futuros trabajos televisivos que realizó en "Alfred Hitchcock present´s" (1955/ 1965), "The Twilight Zone" (1959/ 1964), "Boris Karloff presenta ("Thriller Boris Karloff" - 1960/1962),...