Uno de mis personajes literarios favoritos desde la juventud ha sido Sherlock Holmes. Recuerdo cuando mis padres me daban algo de dinero o pasábamos por algún tenderete de libros en verano o en alguna feria, siempre deseaba encontrar algo referente a Sherlock Holmes. Mis gustos por el misterio y esa época victoriana donde se mueve el detective y su fiel amigo Watson, quizás fueron junto a la acción de sus relatos lo que hizo me enganchase a sus aventuras. Sin duda, uno de los momentos más maravillosos de esa juventud, era cuando iba descubriendo en cine o en televisión las distintas adaptaciones del personaje y sus relatos. De alguno de ellos hemos hablado, pero sin duda del que siempre tendré un recuerdo especial, fue el de aquella aventura ochentera que nos regaló Steven Spielberg con: "El secreto de la pirámide" de Barry Levinson, 1985.
Recuerdo lo especiales que eran las tardes de los viernes. Tras venir del colegio, nos poníamos frente al televisor con nuestro bocata de Tulipán y Nesquik, en mi caso a la espera de los dibujitos animados de "Sherlock Holmes" de Miyazaki. Me encantaba su humor, la trama y los personajes. Como seguidor del universo Holmes aquello era una gozada. Uno de los fines de semana en nuestra cita semanal al cine, me quedé de piedra al ver el tráiler de una próxima película a estrenar, "El secreto de la pirámide". ¡Era una aventura de Sherlock Holmes!
La actividad cinéfila de Steven Spielberg siempre ha sido frenética, sobre todo en los 80. Ese mismo 1985, como productor nos entregó: "Goonies" de Richard Donner, "Regreso al futuro" de Robert Zemeckis,... y "El secreto de la pirámide" de Barry Levinson. Levinson había terminado de dirigir una película magnífica, protagonizada por Robert Redford, "El mejor" (1984). Siempre he sido de la opinión que un director a parte de conocer el oficio, debe tener ese don para articular las emociones el espectador, saber cuál es el momento adecuado, intuirlo, para hacernos volar de nuestras butacas. No me canso de recordar y volver a ver ese instante en que Redford, golpea con su bate la pelota. La pelota se estrella contra los focos del campo, haciéndonos vivir uno de los momentos cinéfilos más mágicos, acompañado por la banda sonora de Randy Newman. Y en "El secreto de la pirámide" lo consigue cada dos por tres, desde el comienzo con ese desafío de Dudley (Earl Rhodes) a Holmes (Nicholas Rowe).
"El secreto de la pirámide" es una película con muy buen ritmo. A medida que van surgiendo los distintos asesinatos (a cual más espectacular) vamos ahondando en las diferentes personalidades de nuestros protagonistas. Las secuencias de los asesinatos son un claro ejemplo de cómo se puede filmar con elegancia y buen gusto secuencias de ese tipo, sin caer en lo macabro y el horror. De todas ellas, siempre me ha llamado la atención la que tiene lugar en la tienda de antigüedades con las criaturas aladas, rememorándonos una de las secuencias míticas de "Jason y los argonautas" (Don Chaffey, 1963), la de las Arpías. Y por supuesto, la del caballero de la vidriera que toma vida propia, la primera imagen en movimiento generada por ordenador introducida junto a una imagen real, interactuando con el entorno. Esta secuencia de efecto CGI realizada por "The Graphics Group", uno de los departamentos de la compañía Lucas film, marcó un gran hito en el mundo digital y el cine. Más tarde esta compañía, por otros avatares fue vendida por Lucas a Steve Jobs, llamándose Pixar Image Computer. En otra ocasión, hablaremos de ello.
La atmósfera, la ambientación está genialmente conseguida. Son de esas películas artesanales en las que te gustaría pasear por cada uno de sus rincones, calles, tiendas, plazas, colegio mayor,... Chris Columbus escribe un buen guion. En su haber, ya había escrito "Gremlins" (1984), "Goonies" (1985),... fue uno de los nombres importantes en el desarrollo de la cinematografía de aventuras para toda la familia de los 80. Hoy en día, el reconocimiento por haber filmado adaptando y dirigiendo las dos primeras entregas cinematográficas de "Harry Potter", parece nublar su exitoso pasado. Por cierto, quizás ese pasado nos puede dar algunas pistas curiosas, conexiones o inspiraciones que se pueden dar la mano, entre "El secreto de la pirámide" y la saga de "Harry Potter". ¿Sería casualidad que J. K. Rowling eligiese a Chris Columbus como director para las primeras entregas de "Harry Potter?
Otro factor importante de la película, es su banda sonora, creada por Bruce Broughton. Su música sinfónica está perfectamente a la altura de la película. Pegadiza, misteriosa, inquietante, divertida,... Broughton te eleva desde el comienzo de los créditos con la melodía principal preparándote para la aventura. Y punto a parte, merece el tema "Rame Tep Chant", en mi opinión a la altura del tema compuesto por Goldsmith para "La profecia" de Richard Donner (1976), "Ave Satani".
El reparto protagonista está muy cuidado (marca Amblin Entertainment). Existe una gran química entre ellos, en especial entre Nicholas Rowe y Alan Cox (Holmes y Watson). Sophie Ward (Elizabeth) nos descubrirá uno de los momentos más terribles en la vida de Holmes, y Anthony Higgins (profesor Rathe), otorgará a su alumno preferido Sherlock, su primera gran aventura.
"El secreto de la pirámide" tuvo problemas legales con los herederos de Arthur Conan Doyle, debido a la invención de la historia sobre los personajes creados por el autor. La producción tuvo que incluir en los créditos finales unas palabras escritas y una voz en off, donde exponían su total respeto al autor y a su obra inmortal.
La película de Brougthon es quizás una de las más representativas de la época, aunando diferentes temáticas, con la agilidad y la magia de las películas de entonces. No me canso de ver esta película. Ya no es solo por mi admiración hacia el personaje de Arthur Conan Doyle, sino porque en ella se encuentra, recuerdos y sueños de infancia que uno vivía frente a esa ventana mágica que es una pantalla de cine.