Corría para mí la segunda mitad de los años 80. Todavía recuerdo, como a finales de agosto, cenando con mis padres al fresco de una venta, estos nos recordaban a mi hermano y a mí, lo próximo que estaba el nuevo curso escolar. Mi hermano seguía en EGB y yo iba a dar el salto a BUP. Un salto que suponía muchísimos cambios, no solamente en el estudio, sino en relaciones personales, nuevos hobbys,... Un mundo nuevo se me presentaba. No voy a negar sentir cierta inquietud, cualquiera ante una nueva situación la tiene. Pero el caso, es que fue más fácil de lo que yo creía. Con suma naturalidad esos cambios iban formando parte de mi presente y un futuro próximo. La edad de instituto tanto desde el punto de vista académico y personal, es uno de los momentos más delicados en la vida de una persona. Comienzas a formarte y darte cuenta que perteneces a un todo social. Se despliegan ante ti los arquetipos como si se tratase de un catálogo. Frente a ellos, asumes unos, eliges, cambias,... con todo lo que ello supone. En definitiva, comienzas a intentar encontrar tu sitio. Por aquellos años 80, hubo una película que marcó perfectamente esa época adolescente y a pesar de los años, sigue conservando su mensaje y calidad como producto cinematográfico. Y es que hay temas, que mires por donde los mires, o intentes darle algún tipo de enfoque, son eternos y no cambian, amén de alguna moda. Era el año 1985, y al cine acudimos a ver "El club de los cinco" de John Hughes, 1985.
No se puede negar el ojo que tenía John Hughes a la hora de realizar películas para adolescentes. Hablábamos en una entrada anterior de la buena visión que este director/ guionista tenía para ello, sin caer en lo absurdo, la comedia o vayámonos a saber dónde. Es siempre algo delicado, sobre todo si uno desea que exista un mensaje y una determinada seriedad en su planteamiento. Y para remate, que no aburra.
"El club de los cinco" destila empatía en cada uno de sus fotogramas. Se busca precisamente eso, que el adolescente espectador o no adolescente se vea reflejado en algunos de los arquetipos personificados en sus protagonistas: la chica popular, el empollón, el deportista, la rarita y el chulito de la clase. Cada uno será llevado a sus extremos para dibujarnos unas vidas que en el instituto parecen ideales, desde cada uno de sus enfoques, pero que guardan entre sus paredes (personalidades de cara al exterior) verdaderos dramas.
La película es una verdadera sesión de diván para los protagonistas. Sus correspondientes vivencias y preocupaciones más personales, comienzan a florecer durante el encierro en la biblioteca del instituto un sábado por la mañana.
Vemos poco a poco como los muy diferentes caracteres de ellos y ellas, a pesar de estar cada uno en las antípodas, comienzan a conectar en sus diferentes roces, contradicciones, adicciones,... Para nada se hubiesen escuchado entre ellos, ni lo más mínimo en algún pasillo o aula del instituto, pero el encierro, la corta distancia, el sufrir el mismo castigo, los une en un estado de lo más humano.
La película fue de un éxito enorme. Hay que recordar que coincidió con "Superdetective en Hollywood" de Martin Brest (1984), protagonizada por Eddie Murphy. Hoy en día está en el top de las películas de adolescentes y de los estrenos de los 80.
De su banda sonora hay que recordar el tema de "Don´t You" de Simple Minds, de reconocimiento internacional. No las tenían todas consigo. De hecho rechazaron la melodía compuesta por Keith Forsey y Steve Shiff. Tras volver a sopesarlo, hicieron historia. Todos recordamos la voz en off del personaje de Brian (el empollón, Anthony Michael Hall), leyendo una carta al director, el Sr. Vermont (Paul Xavier Gleason). El director al comienzo del castigo le pide a cada uno redactar un ensayo, describiéndose a sí mismo. Al final, Brian redactará una carta al Sr. Vermont, negándose a describirse cada uno de ellos, expresando que se consideran injustamente etiquetados.
De nuevo, John Hughes vuelve a equilibrar perfectamente en su historia momentos de reflexión, de debate,... con momentos entretenidos. Arrastrando al espectador hacia la empatía con los protagonistas.