Podrán ustedes hablar o escribir sobre directores cinematográficos que hayan influido o hayan aportado al lenguaje cinematográfico, pero sin duda, a mi parecer, Alfred Hitchcock es el director que supo hacer evolucionar la cinematografía a la visión que hoy en día tenemos de este arte. De Palma, Scorsese, Spielberg, Coppola, Kubrick,... todos ellos constructores de lo que entendemos hoy por cine, han heredado el lenguaje cinematográfico evolucionado de los grandes como Murnau, John Ford, Wilder, Cukor, ... pero fue Hitchcock quien llevó el lenguaje de la cámara y cómo articularlo a extremos maravillosos. No existe en la historia del cine alguien igual. Conocía perfectamente la técnica. Sus años de trabajo en Inglaterra y en Alemania, le hicieron crecer técnicamente, y su genio concibió el poder contar historias de forma plástica, jugando con la lente de su cámara. Uno de sus trabajos más arduos al respecto, una obra llevada al límite, es una película que el tiempo la ha situado como un prodigio de ejercicio técnico cinematográfico. Contar una historia como si fuese el espectador a ver una obra de teatro, pero bajo la visión mágica de la lente de Hitchcock. Un piso, un arcón, dos estudiantes, un asesinato, unos invitados,... Preparan una fiesta, estamos invitados por uno de los directores más grande de la historia de la cinematografía. Bienvenidos a "La soga" de Alfred Hitchcock, 1948.
Alfred Hitchcock se encaprichó de la novela “Rope" de Patrick Hamilton, 1929. La novela está basada en unos hechos reales acaecidos en Chicago (1924), por dos estudiantes, Leopold y Loeb. De aquel espeluznante asesinato, dio como resultado que el abogado defensor, Darrow, consiguiese realizar un famoso alegato frente a la pena de muerte (a modo de curiosidad este abogado ha sido llevado varias veces a las pantalla, por sus históricos casos, siendo encarnado por actores como Henry Fonda); una novela, y la realización de una película, "La soga".
Para desarrollar la historia que se contaba en el libro, Alfred siguió el "modus operandi" que seguía habitualmente. Consistía en señalar aquellas partes que le interesaba llevar a la pantalla, y después de organizarlas, pedía a un guionista que fuese articulando los diálogos. Adaptándolos o incluyéndolos. A la vez que esto se llevaba a cabo, en la mente del director iba brotando la forma de dar imagen a lo escrito. Sin duda, y relatado por él mismo, este era el momento que más disfrutaba, la creación de la obra visual.
Hitchcock quiso añadir una gran proeza artística, grabarla en plano secuencia (consistente en una toma, sin corte alguno). Hoy en día, podría haber sido posible, pero en aquellos tiempos, la grabación se realizaba en rollos de celuloide de diez minutos. Por lo tanto, se planificó la película sobre nueve rollos e intentar a la hora de cambiar el rollo, realizar un movimiento con la cámara que ayudase a camuflar ese corte obligado. Quedando en el resultado final, como si se hubiese filmado en plano secuencia. Los cortes (para cambiar los rollos) es uno de los curiosos atractivos técnicos de la película, donde uno puede descubrir cuando tiene lugar. La trama te sumerge tanto, que a veces puedes pasar de desapercibidos algunos de esos cortes. Existen planos secuencias a tener en cuenta en la historia del cine, incluso intentos de hacer lo mismo (filmar en plano secuencia toda una película), como Brian de Palma en “Ojos de serpiente (“Snake eyes")" de 1998. Pero no es lo mismo. Perdón, no son Alfred Hitchcock.
Para realizar la grabación, el decorado era totalmente movible. Las paredes tenían ruedas, los ayudantes de escena entraban y salían, sin ser vistos por la cámara, para disponer el mobiliario (mover, quitar o poner elementos). Añadiendo, el cambio de iluminación en el exterior que se ve a través del gran ventanal del fondo del escenario. Recordar que la acción transcurre de una vez, por lo tanto durante la acción de la película veremos el atardecer, la formación de nubes, el humo de las chimeneas,… y algún detalle que delata el cameo habitual de nuestro famoso director (se lo dejo para que lo descubran, aunque en esta película hay dos apariciones de Alfred). A todo ello añadir, el tamaño considerado de aquellas cámaras, cámaras para filmar en color. Era la primera película en color de Hitchcock (Tecnicolor), y de su productora “Transatlantic Pictures".
Otro de los factores Hitchcock, era contar con un buen reparto. Sus intérpretes, tanto femeninos como masculinos, eran excepcionales. Tenemos a la pareja de actores, Farley Granger (Phillip) y John Dall (Brandom), conduciendo toda la trama. Uno reflejando ansiedad y remordimiento (Phillip) y el otro, la frialdad calculadora de un psicópata (Brandom). La estrella es James Stewart (Rupert), desde que entra en escena. Un actor todo terreno. Sabía desenvolverse en cualquier género. Su “tempo" interpretativo, sus miradas, gestos,… él, dan a la soga lo que un enorme lazo y papel llamativo, a un regalo perfecto. Las demás interpretaciones de secundarios que van apareciendo en el piso, no tienen desperdicio. Todos a una altura magnífica. Pero he de destacar a la señora Wilson. Edith Evanson, interpreta a la señora Wilson, la asistenta de los dos jóvenes. Tiene momentos gloriosos. Y nos pone los nervios de punta, cuando está apunto de abrirnos el arcón con el cadáver dentro. Un ejemplo de tablas por su parte y de ritmo cinematográfico por parte de Hitchcock.
“La soga" hace las delicias del amante del cine. Una filmación impecable, con una proeza técnica solventada con matrícula. Unas actuaciones de las que disfrutas en cada instante de la proyección. Un juego fílmico “Hitchcokniano" que hace olvidar trasfondos de la historia que por aquellos tiempos les eran escandalosos y que tan solo un maestro como Hitchcock, nos lo supo servir como un gran chef. Dependiendo del paladar de cada cual, sabrá destacar los condimentos utilizados. Una obra maestra de planificación, de como mover la cámara, de como hacer lo que el sabía hacer a la perfección, Cine.