Los años 70 fueron años deprimentes en cuanto a la cinematografía. No me refiero a los productos como resultado, sino a los contenidos y temas que trataban. Si se trataba de películas basadas de algún otro modo en la realidad: “Taxi Driver" (Scorsese, 1977), “Serpico" (Sidney Lumet, 1973), “Fiebre del Sábado Noche" (John Badham, 1977), …; y en cuanto a ciencia ficción, por ejemplo: “El planeta de los simios" (Franklin Schaffner, 1968), “La fuga de Logan" (Michael Anderson, 1976), … Vamos que el presente y el futuro no pintaban muy bien. Claro está que escribo generalizando. La cosa no cambiaría hasta la llegada de una opereta espacial entorno a un joven apellidado Skywalker. Cuyo éxito en parte se debió a las ganas de los espectadores por un poquito de alegría y esparcimiento. Dentro de las películas citadas anteriormente, se encuentran películas de culto. Casi todas ellas. Estas películas iban siendo descubiertas poco a poco por mí, en cines de verano, videoclubs, televisión y por alguna que otra reposición en salas de cine. Una de esas películas, contaba con un actor que parece que nació para estar solo en grandes títulos cinematográficos. No hay persona que no haya visto alguna película donde estuviese presente. De cualquier género. Me refiero a Charlton Heston. Y la película que me apetecía compartir con ustedes de la cual es protagonista es “Cuando el destino nos alcance (Soylent Green)" de Richard Fleischer, 1973.
Es de serles sincero en cuanto a mi gusto por esta especie de futuros distópicos. Creo que todo empezó con la visualización de “Mad Max" (Miller, 1979). La verdad que empezar de pequeño con este propósito de George Miller, te dejaba un poquito tocado. Tras ese bautizo de fuego, parece que el destino me fue tratando menos cruelmente en imágenes explícitas y descubrí obras, de entre las cuales, esta de Richard Fleischer es mi preferida. Basada en la novela “¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!” de Harry Harrison (1966), la película te introduce en un futuro totalmente deshumanizado, súper poblado y con sobrevivientes sin brújula, ni raíces. La obra es reflexión aterradora. De nuevo nos encontramos ante no el horror o terror de un ente imaginario, sino al posible reflejo de la humanidad ante el espejo de las crueles pesadillas del alma humana.
Richard Fleischer es una elección muy acertada para la dirección de esta película. Han existido y existen pocos directores todo terreno en géneros cinematográficos como él. Igual te filmaba una película Disney como “20.000 leguas de viaje submarino", de la Segunda Guerra Mundial, “¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!”, como de terror, “Amityville 3D: el pozo del infierno". A la crueldad de la trama de “Cuando la humanidad nos alcance”, sabe adicionarle momentos de humor, ternura, compasión y de thriller. Es una historia muy difícil de dirigir sin caer en lo simplemente artificioso del entretenimiento cinematográfico. Existen secuencias memorables. Cuando Solomon (Edward G. Robinson) le hace descubrir al detective Thorn (Charlton Heston) el sabor de una lechuga, de un guiso y una manzana; la secuencia de Solomon obteniendo información en la biblioteca, donde solo entre los libros se encuentra y dialoga con gente de su misma edad avanzada (únicos merodeadores del lugar); y para mí, la más demoledora, el “adiós " de Solomon. La he podido ver decenas de veces y me sigo emocionando de igual forma.
El tratamiento visual es de lo más correcto e incluso me recuerda un poco, salvando las distancias, al estilo futurista de alguna película de John Carpenter (“1997: rescate en New York" de 1981; “El príncipe de las tinieblas” de 1987). Destacaría la dirección artística de Edward C. Carfagno. Para retratarnos el futuro no hace alarde de excentricidades decorativas, tan solo en interiores marca unas variaciones basadas en los estilismos de la época de la filmación, y empobrece en luz y utilería, afectando en suciedad, aquellos lugares que son frecuentados por los más humildes. Esto y elementos determinados de la historia, como parte de la población durmiendo en las escaleras, pedalear en una bicicleta para obtener electricidad en el piso, existir compañía femenina como mobiliario, apartar a la población de las manifestaciones con excavadoras, producen esos fuertes contrastes que trascienden en nuestro entendimiento de la sociedad que se nos refleja.
El reparto protagonista mantiene de forma brillante el peso de la trama. Estamos hablando de Heston y de Robinson. Por cierto, este último fallecería a los pocos días de concluir el rodaje. Hablarles de Heston es hablar de parte de la historia visual del gran cine a partir de los 50, y de Robinson, decir que siempre que lo recuerdo me vienen tres imágenes del actor. La primera caracterizado de gánster (sus comienzos en este tipo de papel, marcaron sus grandes inicios – “Hampa dorada" de Mervyn LeRoi, 1930), la segunda como doctor secuestrado en la magnífica “El premio" (Mark Robxon, 1963) y la tercera como Salomon, en la película que nos ocupa. A modo de anécdota, Robinson y Heston coincidieron en la gran puesta en escena de “Los diez mandamientos" de Cecil B. De Mille, 1955. Heston enfureció bastante cuando bajó de la cumbre del Sinaí con las tablas de la ley, al ver al pueblo adorar a un becerro de oro, alentado por el rebelde Datán, interpretado por Edward G. Robinson.
Añadir que en esta película tenemos uno de los primeros trabajos de composición musical para cine de Fred Myrow, el célebre compositor de la banda sonora de “Phantasm" de Don Coscarelli, 1979. Su música me hace recordar los seriales de los años 70. Me encanta la melodía de los créditos de presentación de la película, cuando cambia el “tempo" y el “carácter” musical con elementos de percusión y electrófonos. Pero con sutileza, sin alardes sonoros “raritos". Innovador, pero con buenas raíces en el concepto sonoro cinematográfico.
“Cuando el destino nos alcance" es una obra cinematográfica atemporal. Nos hace reflexionar y apreciar lujos que hoy en día son tan superfluos como el apretar un interruptor y ser alumbrados. Magnífica la secuencia del detective cuando es invitado a disfrutar de un baño, o cuando frente al espejo de un lavabo contempla el caer del agua del grifo entre sus manos, admirando una pastilla de jabón. Una película con muchísimas lecturas y de obligado visionado, por cultura cinéfila y conciencia social.