Siempre me ha encantado el punto "scifi" cincuentero del siglo XX, sus diseños, colorido, artefactos, planetas de secretos inhóspitos,… De pequeño, obviando a mis muñecos de Star Wars, flipaba con mis Airgamboys del espacio, los Comanci del espacio o la nave Coman boys (comandos del espacio). A ello, había que añadir nuestras nave estrella, la Madelman Astronave M7X, una pasada. Recuerdo mi maqueta lunar. Mi hermano tenía otra, la juntábamos y montábamos un “sarao cósmico” impresionante con todo lo nombrado. En fin, pasábamos unas tardes de aúpa. Todo ello, tenía su raíz en las series de los 80 (“Comando G”, “Galáctica”, “V”, “Starman – la serie”, “Ulises 31”,…), las películas de entonces, y los cómics, sobre todo los de mi padre (“El dueño del átomo", “Flash Gordon",…). En mi caso hubo una película, no de mi época, descubierta en esas sesiones de “Sábado cine", que a parte de crearme algunos momentos de cierta inquietud debido a mi edad, supuso mi declaración eterna a las aventuras espaciales de este tipo, y la admiración, sin saberlo por aquel entonces, a unos de los títulos claves y piedra angular de las películas de ciencia ficción que se realizaron a posteriori. Aquella película era “Planeta prohibido" de Fred M. Wilcox, 1956.
“Planeta prohibido” es de aquellas películas que debes abandonarte a su visionado, al igual que cuando eras niño y te contaban un cuento. La película está plagada de momentos memorables. Uno tras otro. Hoy, en la distancia de su realización sigue sorprendiendo por su acabado. Una producción decidida a levantar la categoría de un género que disfrutaba de películas un tanto secundarias por sus acabados en producción. Se puso muchísimo dinero de la época, artesanos dando lo mejor de sí, un elenco interpretativo de nivel y un director con ganas de ofrecer todo un espectáculo. Todo ello dio no solo como resultado un gran film, sino una inspiración para futuros contadores de historias: Lucas, Carpenter, Spielberg, Landis, Dante,… afines a historias de otros mundos y seres fantásticos.
Basada en “La tempestad" de William Shakespeare de 1611, su director (Wilcox) y guionistas (Cyril Hume y Allen Adler) nos introducen en un mundo futuro, donde el hombre conquista el espacio. Nada que ver con Shakespeare, pero si en la trama que se nos presenta. Con un sólido argumento y desarrollo de interpretaciones, lo más complicado fue hacer realidad la proeza de plasmar la visión futurista y planetaria de la historia.
Su director, Wilcox, se rodeó de grandes nombres que habían estado y estarían involucrados en proyectos históricos del séptimo arte, como por ejemplo: “El mago de Oz” (Víctor Fleming, 1939), “Cantando bajo la lluvia" (Gene Kelly y Stanley Donen), “Ben-Hur" (William Wyler, 1959), “El tiempo en sus manos" (George Pal, 1960),… Podríamos destacar varios nombres en los distintos departamentos de producción, pero me quedo con A. Arnold Gillespie (efectos visuales), nunca he visto aterrizar una nave de forma tan clara y visualmente espectacular, sabiendo que es una maqueta; y Joshua Meador (ilustrador). Este último fue cedido por los estudios Walt Disney. Su misión fue hacernos ver todo aquello no existente en la realidad, destacando la creación animada del temible monstruo invisible, o la desaparición de un felino en el aire tras el disparo de uno de los protagonistas. Cada fotograma trabajado por este artista merece ser enmarcado.
En cuantos a los intérpretes, si en el artículo anterior hablábamos de “La última vez que vi París" de Richard Brooks (1954) como la primera película acreditada de Roger Moore, nos sirve de hilo conductor para presentar a uno de sus protagonistas. Me refiero al actor Walter Pidgeon que encarnaría al anfitrión de Altair IV (planeta), doctor Edward Morbius. Magistral. Después nos encontramos a un joven Leslie Nilsen, en su bautizo de fuego como intérprete cinematográfico, haciendo pareja en esta aventura planetaria con la joven Anne Francis, luciendo las primeras mini faldas cinematográficas de la historia. Razón por la cual esta película no se estrenó en España hasta bien entrados los años 60.
Si disfrutamos de la película, al terminar podemos sentir que hemos tenido durante su visionado una especia de "déjà vu". Muchísimos de los elementos filmados nos pueden trasladar a la serie y la película de "Star Trek", "Star Wars",...
"Planeta prohibido" posee la fórmula redescubierta en los años 70 por Georges Lucas, cuando quiso afrontar la odisea de levantar su proyecto "Star Wars". Primero, tener una base dramática y un desarrollo dramático con peso en la historia que pueda ofrecer en determinados casos o momentos empatía o universalidad; segundo, rodearse de unos técnicos que aporten innovación en las distintas fases de la producción (escenarios, vestuario, efectos visuales, música y sonido,...); tercero, un reparto de caras no muy explotadas, pero contando entre ellos con algún veterano o veterana que marque el nivel interpretativo; cuarto, realizar una buena campaña de publicidad entre un público ávido de esas experiencias; y quinto, dar una particular o personal visión, un estilo que lo haga reconocible en cada campo de la producción.
Esta película forma parte de esos recuerdos de infancia. Posee junto a otras, la inocencia, la capacidad de admiración, el deseo de volar la imaginación. Es una de esas ventanas particulares que suelo abrir para dejarme llevar hacia el país de "Nunca jamás", de la mano de mi Peter Pan particular. Recomiendo la terapia. Ni yoga, ni actividad física extenuante, u otras alternativas. Creo que por unos instantes, cada día, aunque sea por unos minutos, deberíamos dejarnos llevar por algo que nos asombre, nos haga soñar. Utilizar los ojos del alma de niño que llevamos dentro. Simplemente.