viernes, 9 de octubre de 2020

Noches de espanto #2 - "Frankenstein" de James Whale (1931)

Ni por asomo, la joven Mary Shelley, podría haberse imaginado que a raíz de su cuento escrito durante una tarde de verano en Villa Diodati, estaba creando un futuro icono del género cinematográfico de terror. Aquella especie de juego entre los escritores Byron, Polidori, y Shelley, dio lugar a “Frankenstein o el moderno Prometeo" (1816). El comienzo del siglo XX y un invento de feria, el cinematógrafo, haría que de la adaptación teatral del libro de Shelley, saltase a la gran pantalla, envuelto entre contrastes, sombras y formas del exportado expresionismo alemán al Hollywood en ciernes de primeros del siglo XX. Un hombre y su capacidad interpretativa, Boris Karloff, convertirían aquella apuesta del joven Laemmle, hijo del dueño de la Universal Carl Laemmle, en una obra eterna; “FRANKENSTEIN" de James Whale, año 1931.

Afiche publicitario de la Universal

Muy de niño, crecí con la admiración hacia los clásicos del terror, pero con “Frankenstein" me ocurrió algo extraño. La atmósfera, los personajes, y algunos momentos, me causaron el estupor que a un niño de unos seis años de entonces, podría causarle. Pero el denominado monstruo, la criatura, no causaba esas sensaciones en mi persona, todo lo contrario. Aquel ser, su extraña apariencia, fue menor que ese espíritu de inocencia, incomprensión, desamparo e incluso ternura que consiguió impregnar Karloff a la criatura.

Un fotograma del film. Universal, 1931.

Boris Karloff llevaba bastantes filmes sobre sus anchas espaldas. Su inmortalización en la historia de la cinematografía surgió aquel año 1931, cuando Bela Lugosi (“Drácula", Tod Browning, 1931) se negó a interpretar a la criatura, tras el exitazo de “Drácula". Cosas del estrellato.

La magia de “Frankenstein” se debe no solo a la interpretación de Karloff, junto a James Whale y Jack Pierce, este último, maquillador de la Universal; crean  un triángulo esencial para la construcción de la película. Basándose en los bocetos de Whale, el maquillaje de Pierce, iba cobrando forma sobre el anguloso rostro de Boris Karloff. Haber estado en alguna de esas sesiones y presenciar el nacimiento de la criatura, no hubiese tenido precio.

Director  Maquillador  Actor

En cuanto a la atmósfera del film, nos debemos remontar a películas predecesoras. Películas realizadas en Europa, bajo la influencia del expresionismo alemán. “El gabinete del doctor Caligari" (Robert Wiene, 1920), “Nosferatum: una sinfonía del horror" (F. W. Murnau, 1922),… marcarían el estilo de estos clásicos del terror del Hollywood de los años 30.

Fotograma "El gabinete del doctor Caligari"

“Frankenstein" es una reflexión sobre los límites establecidos por la naturaleza y el afán de enfrentarse a ellos por el hombre. Bajo la luz de ese rayo cegador de vida que recibe el laboratorio del doctor Frankenstein,  Boris Karloff nos dibuja no a una temible criatura, sino a una criatura totalmente empatizable con la humanidad frente a este mundo. Volvemos a ese terror, el de las sensaciones individuales ante un abismo, en este caso la incomprensión, el de los límites de la libertad, el  no reconocimiento como individuo. “Frankenstein" como toda gran obra, posee distintas capas. Tras la primera, el entretenimiento, el espectador es libre de ir descubriendo las restantes. Según se le antoje.

“Frankenstein” nos habla de una época de descubrimientos cinematográficos, estilos, influencias, y sobre todo de esa artesanalidad única e inmemorable. En los tiempos en los que se estrenó este clásico necesitaron de un prólogo en cada proyección, temiendo el impacto de la temática en la audiencia, decía así:

“Creo que les estremecerá. Puede que les asuste. Incluso podría horrorizarles. Por eso, si alguno de ustedes no desea pasar por ese trago, ahora tienen la ocasión de… Bien, les hemos avisado”.

La sala se ha oscurecido. Comienza la proyección. Silencio.

Cartel de la película

Tráiler de la película: https://youtu.be/BN8K-4osNb0

Ambigú Cinema - Noches de espanto #2



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