Uno de mis juegos de mesa favoritos en la infancia era “El imperio cobra”. No había nada igual. Yo era muy del “Parchís” (sobretodo en las vacaciones de verano), “Drácula” (de Cefa) e incluso “Canicas 7”. Pero “El imperio cobra” estaba en mi top. En casa, en la plaza, en la piscina,… allí lo llevaba e invitaba a mis amigos a jugar. ¡Qué tardes pasábamos! De las figuras que venían en la caja del juego, le tenía especial cariño a la cobra. En mi caso era de color verde plateado. Cada vez que abría el juego y tomaba la figura de la cobra entre mis manos, recordaba una de las películas que se quedaron en mi subconsciente cinéfilo. A causa de sus imágenes, alguna que otra pesadilla me llegó a atormentar. Imaginen mezclar en el argumento de una película la temática de “La furia” y “Pesadilla en Elms Street”. Agitemos en plan vacileta, cual Brian Flanagan (“Cocktail”), la coctelera cinematográfica y… voilà! “La gran huida” de Joseph Ruben, 1984.
Quiero recordar que al actor protagonista de “La gran huida”, Dennis Quaid, lo vi por primera vez en la película “Tiburón 3”. El siguiente recuerdo de él, a mi temprana edad sería en el thriller de ciencia ficción que nos ocupa, cuyo título original es “Dreamscape”. “La gran huida” es puro cine ochentero. Se encuentra al límite de diferentes géneros, sabiendo romper con sutileza esa frontera entre la realidad y la ficción.
Hoy en día es para algunos una gran desconocida de la ciencia ficción de los ochenta. Muchos de sus planteamientos y momentos nos recuerdan historias contadas por cineastas posteriores como Craven, Nolan o los hermanos Wachowski.
La trama nos introduce en el mundo de los sueños y la posibilidad de poder inmiscuirse en los sueños de otras personas. Los estudios y experimentos de un grupo de científicos encabezados por el actor Max von Sydow, demuestran que una persona puede introducirse en el sueño de otra, viendo posibilidades terapeúticas en ayudar en algún tipo de trastorno de sueño, traumas,… Por otro lado, el personaje interpretado por Christopher Plummer, decide utilizar ese avanza para fines un tanto oscuros y manipulativos en la sociedad. Sus intenciones hacen peligrar la paz mundial.
Este thriller dosifica muy bien los momentos fantásticos que se viven en los sueños con los de acción real (persecuciones, asesinatos,…), al estilo de como lo hizo Brian De Palma en su genial “La furia”.
A pesar de encontrarnos en los años 80, las posibilidades informáticas aplicadas a la cinematografía iban dando sus primeros pasos, pero no obstante debido al presupuesto, la producción decidió seguir en la utilización de los clásicos recursos como filtros, exposiciones, maquillajes,… dándole a veces un aire televisivo, no con ello bajando la calidad. Era un resultado fotográfico muy de algunas producciones del mismo tipo en la época. Tiene su encanto.
Los efectos de maquillaje estuvieron realizados por David B. Miller. Uno de los especialistas de maquillaje en el videoclip “Thriller” de Michael Jackson, y con algunas intervenciones memorables en obras como por ejemplo “El señor de las bestias”. Él es el responsable de algunas pesadillas de mi niñez.
Algunas de las secuencias recurren al “stop-motion”, animación de un personaje fotograma a fotograma. Casi todas las secuencias en las que el villano de la película (David Patrick Kelly) se convierte en cobra para causar el terror en los sueños en los que interviene, están realizadas con dicha técnica. La supervisión de Jim Aupperle fue la garantía del trabajo con un acabado digno. Ese mismo año participaría en “Los cazafantasmas”, y al año siguiente en la mítica serie de televisión “V”, realizando los fondos de los vuelos de las naves nodrizas y naves de asalto, así como algunas composiciones de imagen. Los 80 y 90 fueron años de agitado trabajo para Jim. Aun continúa, pero apoyándose en imágenes generadas por ordenador. Uno de los grandes maestros.