Para mí, las fechas preferidas del año son la festividad de Navidad y todas las que circundan dicha celebración. Vivo con gran ilusión y cariño la noche del veinticuatro de diciembre (Nochebuena); y la noche del cinco de enero, vísperas del día de los Reyes Magos. Se amontonan recuerdos, emociones y sentimientos que logran mantener encendida, durante todo el año, esa llama de alma de niño que no debemos de apagar en la vida.
Elegir una película o serie que marque esta época del calendario es un tanto difícil en mi vida: “Solo en casa”, “¡Qué bello es vivir!, “La jungla de cristal”, “The Family Man”, “Gremlins”, “Milagro en la calle 34”,… Pero por encima de ella, se alza una película basada en el eterno clásico de la literatura universal de Dickens, su novela corta “A Christmas Carol” (1843). Más que una película, sus distintas adaptaciones. Rara es la época que no ha tenido su adaptación cinematográfica, o incluso en serie de TV o de animación, como los “Picapiedra” o “Los Teleñecos”. Incluso programa de televisión, como nuestro “Un, dos, tres” de Narciso Ibáñez Serrador. Programa de TVE que si estaba en emisión, siempre realizaba un especial de Navidad o de Reyes Magos, siendo los protagonistas los niños, tanto como concursantes, como en las actuaciones.
Charles Dickens, al borde de la indigencia, escribió una historia en un par de semanas. La publicación le salvo de una situación económica calamitosa, regalando a la literatura y a la cultura popular un bello cuento, una historia que nunca pasa de moda. Todo un clásico que sirve de faro para otras producciones literarias y fílmicas.
Recuerdo muy de pequeño tener mi primer encuentro con Ebenezer Scrooge, en una adaptación de dibujos animados de “Cuento de Navidad”, realizada en 1969. Aquella adaptación que vi a finales de los años 70, me embrujó. Hoy en día, cada año, sigo revisándola, junto con alguna de las adaptaciones cinematográficas, y por supuesto, la obligada “Los fantasmas atacan al jefe” de Richard Donner (1988), protagonizada por Bill Murray.
Cada una de las adaptaciones tiene su atractivo desde la primera en 1901 (un cortometraje de cinco minutos), hasta la mini serie de HBO de 2019, con una adaptación un tanto lúgubre y realista, teniendo a Ridley Scott entre sus productores.
Este año he decidido volver a ver la adaptación de 1970, “Scrooge” de Ronald Name. Una versión musical. Tengo vagos recuerdos de ella en mi infancia, pero de lo que si que me acuerdo es de la impresión que me dio el personaje de Jacob Marley, antiguo socio de Scrooge. La secuencia en la que aparece el fantasma del atormentado Marley, me dejó clavado en el asiento y helada la respiración. La aparición de este personaje tiene lugar en una de las secuencias o momentos más inquietantes de la película, cuando Ebenezer Scrooge entra en su lúgubre, oscura, austera, descuidada y fría casa. Es como si conociésemos el fuero interno del protagonista, hundiéndonos en la más profunda soledad de su triste alma.
El actor (maestro) Alec Guiness, siete años antes de convertirse en el mentor del joven Luke Skywalker en "Star Wars" de George Lucas (1977), va a guiar a Scrooge en una temible noche de encuentros, donde será visitado por los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras. Es interesante la gesticulación de Guiness en la interpretación de su papel, haciéndolo de forma magistral.
Los fantasmas del pasado, del presente y del futuro son interpretados por, Edith Mary Evan, actriz magistral que recuerdo como reverenda Madre Emmanuel en “Historias de una monja” de Zinnemann (1959), junto a Audrey Hepburn; y Kenneth More como fantasma de las Navidades presentes, un actor inglés de dilatada carrera, con grandes obras en su filmografía.
Albert Finney está magistral caracterizado como Scrooge. Un actor todoterreno del que comentamos algo cuando hace poco en una entrada nos referimos a “Lobos humanos” de Michael Wadleigh (1981), donde también era protagonista. A parte de su interpretación, se desenvuelve muy bien en el musical, tanto en las coreografías, como en el canto.
Este musical tiene la firma del gran Ronald Name. Lo grandioso de estos artistas, tanto los intérpretes como su director, es la capacidad de cambiar de género y hacerlo bien. Recordar que un futuro próximo, hacia el 1972, Name dirigiría otro clásico, en este caso del cine de catástrofes: “La aventura del Poseidón”. Es un director de la vieja escuela, nominado varias veces a los Oscars y en diferentes oficios. “Scrooge” sería su última gran película.
Esta adaptación musical del clásico de Dickens me encanta por no abusar de los números musicales. No se nos bombardea con montajes cada dos por tres en la película. Los números están perfectamente incluidos, pasando a veces de desapercibido dicho recurso musical.
Hablar de “Scrooge” como musical es hacer mención a un artista mítico, a la que no se la ha hecho la justicia debida, o se sabe poco de su figura artística. Leslie Bricusse, también productor de esta adaptación, es una de las grandes creadores del musical. Un genio como compositor, letrista e incluso guionista. Son numerosos los musicales donde su calidad compositiva ha visto la luz, e incluso en películas de otros géneros como: el tema de “Goldfinger” en la película de 1964 de 007, con el mismo título; el tema “Can you real my mind?”, del “Love theme” de la película “Superman” de Richard Donner (1978).
Centrándonos en la banda sonora, es una delicia cada uno de los temas. Temas sinfónicos, donde a veces las campanas tubulares e instrumentos de la familia de viento, le hace a uno estallar el vúmetro de la emoción. Quizás sea una de las bandas sonoras más espectaculares de películas con referencia a la Navidad. No podemos olvidar las intervenciones vocales de gran coro, voces blancas, y la de los intérpretes, destacando el mismo Albert Finney (Scrooge) en cada una de sus intervenciones. De los temas, “A Christmas Carol”, una vez escuchado, te acompaña toda la vida. Una banda sonora esencial en la discoteca de cualquier cinéfilo de bien.
La ambientación, el vestuario, los efectos especiales (donde se nota la mano del gran Doug Ferris), cada uno de los números musicales, y las diversas y magníficas interpretaciones, elevan esta versión cinematográfica de “A Christmas Carol”, a mi versión favorita, sin desmerecer para nada las otras. A pesar de su indudable calidad cinematográfica, es bastante desconocida por el público actual.