Comienza el mes de septiembre. Comprensiblemente para algunos, sorprendentemente para otros, comienza a acercarse las fechas del buen tiempo, alejándonos de estos meses pasados de sudores, agobios, transpiraciones indeseadas y noches de insomnio. A ello, le acompaña la vuelta a la monotonía, también odiada o deseada por todos. Volvemos a la normalidad de nuestros trabajos y los infantes y adolescentes a la vuelta de sus clases. El mes de septiembre es la verdadera denominada cuesta de enero. Cuesta emocional y económica. Pero si septiembre tiene una imagen generalizada es la vuelta al cole. Y siendo los niños y no tan niños los protagonistas de este mes esperanzador, me he acordado de unos pequeños intérpretes que estuvieron muy a la altura de las circunstancias artísticas. Me refiero a la inquietante y generalmente desconocida por el gran público, "Suspense" ("The Innocents") de Jack Clayton en 1961.
A finales de los años 90, me encontraba formando parte del jurado de un concurso de cortometrajes. Quiero recordar que en una cena con los premiados, hablando de cine, uno de ellos, se dio la importancia de haber leído el guion de la próxima película de Alejandro Amenábar. Nos vendió la película sin contarnos el argumento de muy buena forma. Sobre todo su exposición vendía la originalidad del proyecto. Años más tarde, pudimos ver esa obra original de Amenábar, una "adaptación" de la obra "Otra vuelta de tuerca" de Henry James. Una adaptación que mezclaba el poder visual de "Suspense" (1961), "Al final de la escalera" (1980), "La mansión de los horrores" (1959)... y "El sexto sentido" (1999). Amenábar nos ofreció su particular visión, cargando las tintas en la atmósfera de la película, tal y como lo hizo "Suspense".
"Suspense" es una obra magistral de lenguaje cinematográfico, amén de las soberbias interpretaciones de su elenco artístico. Solo con ello, que no es poco, la convierten en una de las películas más valoradas del género de terror, así como de la historia de la cinematografía.
La presentación de sus créditos de inicio es una maravilla fotográfica de elegancia visual. El poder expresivo de las manos de Deborah Kerr y por último su expresión, te introducen en segundos en la atmósfera de la película. La película transcurre en diferentes escenarios, siendo la mayoría los pertenecientes a la mansión, donde se desarrolla el grueso del drama.
Los exteriores de la mansión o los más cercanos se nos presentan bellamente fotografiados, siempre acompañados del relajante sonido del trinar de los pajarillos de la campiña o el bosque. Este artificio escénico va sirviendo de antítesis psicológica a lo que va sucediendo en el interior de la mansión, que a pesar de la grandiosidad de las estancias y la ostentosa decoración de una familia de posibles, se nos va haciendo cada vez más claustrofóbica, a medida que acontece el desarrollo de la trama.
Deborah Kerr, la eterna Ligia de la adaptación cinematográfica de "Quo vadis?" (1951) o la Karen de "Aquí a la eternidad" (1953), entre otras interpretaciones sobresalientes, nos ofrece una inquietante señorita Giddens. Su representación de una mujer que poco a poco va siendo abducida por el lugar y acontecimientos pasados, cayendo en lo que hoy sería diagnosticado como trastorno disociativo, es de una leyenda de la interpretación. Kerr logra erizarnos el alma y conmovernos a la vez. Magistral su interpretación, acompañada por el estupendo reparto, destacando los jóvenes intérpretes Martin Stephens y Pamela Franklin, en secuencias de fuerte carga emocional.
Jack Clayton hace un alarde de escritura cinematográfica. Utiliza el travelling en secuencias donde los intérpretes desprende su fuerza actoral, sin necesidad de cortes o artificio de edición que refuerce las interpretaciones. Por lo que la cámara sobrevuela las estancias acompañando los movimientos en escena y logrando encuadres precisos de proporciones, sino que a su vez juega con la profundidades de campo. Todo ello al servicio de la interpretación de sus actores o actrices, dibujadas por la fotografía de Freddie Francis.
El guion, basado en la novela de Henry James, viene firmado por Truman Capote y William Archibald. Para Capote, este año 1961 sería grandioso, no sólo firmaría esta excelente adaptación, sino que se estrenaría la adaptación cinematográfica de su novela "Desayuno con diamantes".
La película posee unas sutiles y bellas composiciones musicales de Georges Auric, que sobre todo se hacen presentes al inicio de la película. Inquietante el canto femenino, que nos recuerda un poco al escuchado en "La semilla del diablo" (1968) y en algún episodio de "Historias para no dormir" del maestro Narciso Ibáñez Serrador.
"Suspense" es una película de atmósfera, de interpretación, de elegante fotografía... al servicio de esa trama que discurre en una delgada línea que separa la realidad de la ficción. Una frontera inquietante, donde las sombras, algunas veces, solo algunas veces, adquieren vida propia.