Recuerdo cuando hace más de una década, casi dos, disfrutaba impartiendo mis clases de escritura de guion. Siempre proponía a mi alumnado el visionado de secuencias o películas, cuyo contenido ayudaba a los contenidos que impartía. A la hora de afrontar la escritura de diálogos, siempre he recurrido a películas de reparto coral y realizar un análisis de los mismos. Entre esas películas, tenía mis preferidas como "Plácido" de Luis García Berlanga (1961), "La huella" de Joseph L. Mankiewicz (1972),... y entre otras, "La cena de los cobardes" de Christian - Jaque (1964).
Christian - Jaque, el prolífico director francés, filmó una película de enorme empatía. Siempre me ha llamado la atención las obras cinematográficas que se han desarrollado en un escenario o plató, como por ejemplo "La soga" de Alfred Hitchcock, 1948.
Una película necesita hoy en día de una serie de ingredientes que podríamos llamar artificios cinematográficos, para atrapar a un espectador que está acostumbrado al frenético visionado de videos en plataformas o aplicaciones. Es el cambio de secuencia, de escenario, uno de esos artificios, el más común. Si el espectador de hoy en día, es capaz de aguantar el metraje de películas como "Le prénom" de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte (2012), o la película que nos ocupa, significa que interesa su peso argumental.
"La cena de los cobardes" es una adaptación cinematográfica de la obra de teatro "Le repas des fauves" de Vahé Katcha (1960). La obra nos traslada a Francia, al año 1942, ocupada por las tropas alemanas. Un grupo de amigos se reúnen para celebrar el cumpleaños de Sophie. Los personajes que rodean al matrimonio anfitrión son muy diversos, en sus oficios, intereses y caracteres.
A la hora de ir reuniéndose todos en casa del matrimonio, la pantalla estalla en amistad, condescendencia, guiños cómplices, exaltaciones mutuas,... lo normal en una reunión de "amigos". Un incidente en la calle hace que aparezca en escena un oficial alemán, que pondrá a prueba la amistad del grupo reunido.
Maravillosa la interpretación de Boy Gobert como oficial alemán. Logra crear una animadversión enorme hacia su persona. Por cierto, se me antoja recordar el personaje de Mayor Toht (Ronald Lacey) de "En busca del arca perdida" de Steven Spielberg (1981). Quizás la interpretación de Gobert pudo servir de inspiración para el personaje de la película de Indiana Jones. Hay similitudes curiosas en la interpretación e incluso en el tempo actoral. Mención aparte las distintas interpretaciones del elenco de la película en cada una de las situaciones, destacando el español Adolfo Marsillach. No era raro ver en algunas producciones francesas intérpretes españoles por aquellos años.
Las situaciones vividas en la desgraciada cena, producen en el espectador una reflexión, logrando empatizar con el grupo. Esa es la grandeza de esta obra. Nos va a ofrecer como esa "máscara social" que la mayoría lleva en menor o mayor grado, intentando hacer ver un perfil lo más correctamente político con el entorno, se diluye poco a poco, bajo la presión que comienza a causar sobre ellos la pérdida de sus vidas. Cada uno utiliza las armas posibles para poner la situación a su favor, llegándose a la infidelidad matrimonial consentida y pactada.
La película no pasa de moda. Su tema es tan universal y tan humano, que el director deja en manos de unos geniales intérpretes el peso del desarrollo de la película. Su dirección es ortodoxa. Nos alejamos de esa tendencia cinematográfica francesa predominante en aquel momento "La nouvelle vague", para que Christian - Jaque utilice el lenguaje cinematográfico más universal, prestando especial atención a las reacciones de su reparto, situando la cámara en ángulos que nos da la sensación de ver la película como si se tratase de una obra de teatro. Y es que, no cabe el artificio. El texto y la interpretación son el todo de esta adaptación teatral. Como mucho, hace que la lente capte miradas, gestos,... en una textura teñida de blanco y negro, ayudando a la angustia del momento.
Este tipo de películas suele ser el sueño de cualquier intérprete de cine. No existen muchos elementos o acciones de la dirección para difuminar una mala actuación. La lente de la cámara es un juez implacable. El trabajo de Antonella Analdi, Francis Blanche, Claude Rich,... es excepcional.
Debo destacar la intervención artística del compositor de la banda sonora, Gérard Calvi. Esta banda sonora no es muy destacable, debido al tipo de película, pero Calvi es una leyenda, tanto por sus composiciones musicales para cine, como para la música clásica, amén de sus aportaciones musicales para figuras como Sinatra o Edith Piaf.