Existían películas en mi juventud e infancia que me causaban cierta intranquilidad. Amén de monstruos clásicos y situaciones de angustia para un niño nacido en la década de los 70, había películas que con un poco más de edad en los 80, volvía a visionarlas y aquella intranquilidad, se traducía en admiración y a veces en comprensión. Algunos de esos momentos comenzaban a tener significado a medida que la edad me los descifraba. Una de estas películas era "Amenaza en la sombra" de Nicolas Roeg, 1973.
Toda película tiene una secuencia o una cara de actor o actriz que la define. En este caso, "Amenaza en la sombra" tiene como cara a Donald Sutherland y como secuencia me quedaría con el comienzo de la película. Un comienzo encriptado en planos, que se van descifrando, hasta desvelarse en el final dramático de la obra.
Nicolas Roeg se caracteriza por la edición de sus películas. Recuerdo que en mi niñez visionar una película de Roeg, era como ver uno de eso videos musicales de "La bola de cristal" (RTVE 1984, 1988). Su edición a veces desordenada, una vez entendido su juego, te mantiene pendiente de la pantalla hasta el término de la obra. "Amenaza en la sombra" es así. A parte del interés que suscita la trama, la forma de estar editada y el trabajo interpretativo, al servicio del director, son las señas de presentación de la película de Roeg.
"Amenaza en la sombra" está basada en un relato de Daphne du Marier, escritora muy adaptada al celuloide y admirada por Alfred Hitchcock, cuyas obras inspiraron las películas "Jamaica Inn" (1939) y "Los pájaros" (1963). Nicolas Roeg toma el relato corto de Marier y le imprime una gran fuerza visual. Esta fuerza visual se despliega en planos precisos de las manos, las miradas (dejando expresar al intérprete),... dando pie a detalles que nos hablan de la premonición de acciones y sucesos, que están ahí para ser descifrados por el espectador y el propio protagonista. Una especie de enorme puzzle que parece imposible de resolverse, o uno cree esperar un desenlace precipitado tipo al que nos tienen acostumbrados las películas de hoy, y no es así, llegando a disfrutar de ese momento de recuerdo, uniendo esos fragmentos en la consecución de la película. Todo ello con una capa de estilo y elegancia en el desarrollo del lenguaje visual. No sintiéndose el espectador, para nada estafado en ese juego visual.
Los intérpretes están geniales. Donald Sutherland, que parecía estar por aquellos tiempos en todos los repartos, le imprime al personaje de John Baxter esa maravillosa naturalidad y un aire de duda, convirtiéndose en nuestro lazarillo en el transcurso de la trama. Julie Christie, actriz que interpreta a la esposa de Baxter, nos introduce cada vez más y más en el misterio de la historia. Es su personaje quien tiene contacto con esa zona fantástica o paranormal, que no chirría para nada en cómo se va introduciendo en la historia. Entre los dos hay mucha complicidad, dibujándonos un matrimonio en momentos muy diferentes de sus vidas. Los dos personajes se apoyan en la trama, pero cada uno va obteniendo diferentes visiones o datos, que perfectamente complementan la visión del espectador, pero no la de los personajes. Destacable es la interpretación de Massimo Serato, gran actor italiano, como religioso que contrata los servicios de Baxter para restaurar una iglesia en la ciudad de Venecia. Serato imprime a su personaje ambigüedad, que hace al espectador dudar de la identidad del mismo. Otra de las interpretaciones es la de la médium, interpretada por Clelia Matania. Ella comienza a abrir ese camino donde la realidad comienza a fusionarse con el mundo espiritual. Roeg juega muchísimo con las apariciones de la médium, sobre todo hablándonos con las imágenes, con los símbolos, los planos detalles que mencionábamos al comienzo. Sus secuencias finales son geniales, sobre todo su actitud en la sesión espiritista. La figura de esta médium invidente ha sido muy utilizada en diferentes películas de género, ¿quién no se ha encontrado alguna vez en la pantalla una médium con ceguera? Y otra imagen, que veremos repetida también en otras películas, será la del niño o niña con un abrigo o chubasquero de color rojo, como identificativo en la pantalla y símbolo de precaución, de cuidado. De tal forma que hoy en día, vemos en la pantalla a un niño o niña con chubasquero, aparecer o desaparecer y de un color determinado, y sabemos que por ahí nos van a torturar.
La fotografía de Anthony B. Richmond y Nicolas Roeg es muy natural, y de ensueño en algunos momentos como por ejemplo al comienzo y final de la película. Una fotografía muy realista, muy de los años 70. Venecia de estos años, donde se desarrolla la mayoría de la trama, se nos presenta como una ciudad fantasma. Incluso como lienzo para distintas imágenes subliminares (ejemplo, el cartel de la película "Uno contro tutti" de Charles Chaplin). Pocas son las secuencias donde se ve una ciudad masificada de turistas. Nos introducimos por entre sus estrechas calles, portales, soportales, edificios históricos,... sus sonidos, creándonos una atmósfera de misterio, que puede compararse con la del clásico Londres victoriano.
Y como banda sonora, las composiciones del maestro Pino Donnagio. Esta fue su primera incursión en el género de misterio y terror. La verdad es que tan intenso el poder visual de Roeg que cuesta trabajo acordarse de la aportación de Donnagio, pero está en cada momento y forma parte de ese todo concebido por el director. Imprescindible. Merece la pena recordar el tema principal de la película. Un tema mítico que comienza en Adagio con un solo de piano, al comienzo de la película, y a medida que avanza esta, va desarrollándose en otras secuencias con la participación de los instrumentos de flauta, guitarra, hasta tomar forma definitiva bajo las cuerdas de los violines.
"Amenaza en la sombra" es considerada una de las películas de terror más interesantes de la historia de la cinematografía. Y en especial del género del terror en la década de los 70. Recordemos que esta década marcó en el género muchísimo estilo y caminos a seguir: "El exorcista" de William Friedkin (1973), "Carrie" de Brian de Palma (1976), "Halloween" de John Carpenter (1978),... El estilo del director Nicolas Roeg, el actor Sutherlang, la ciudad de Venecia, y el compositor Pinno Donnagio conforman una pieza única del género, que solamente pudo producirse bajo la libertad artística y creativa de Roeg, en una década donde el género de terror y otros géneros evolucionaron, uniendo el cine clásico con el experimental como el de Bermand, las corrientes europeas de la mitad del siglo XX, conformando un panorama de directores y películas sobre los pilares de un cine renovado, artístico e incluso universal y empático con una amplia mayoría de los espectadores. Ahí es nada.