En mi infancia, como la mayoría de los niños, disfrutaba con los cuentos que mis padres me contaban. Uno de esos cuentos fue el de “Marcelino, pan y vino". Pero un buen día, calculo entre los seis o cinco años, frente al televisor iba a descubrir su versión cinematográfica. La película me causó expectación, asombro y miedo. El momento en el que el Señor crucificado mueve la mano, descolgándola del madero, supone una de las fuertes imágenes cinéfilas de mi infancia. Yo sabía que iba a ocurrir en la película, pues me habían contado el cuento. Pero a pesar de ello, aquellas imágenes y su sensación se quedaron en mí para siempre. Años más tarde, fui consciente de que aquella obra cinematográfica era una de las joyas del cine español. Contada con sencillez y con una gran carga emocional, hoy les comentaré “Marcelino, pan y vino" de Ladislao Vajda, 1955.
El cuento escrito por el periodista y escritor José María Sánchez Silva, fue todo un éxito. Se convirtió en un libro de referencia en la literatura infantil, y ganó el prestigioso premio Andersen. José María Sánchez Silva pasaría a engrosar la lista de tal galardón recibido por autores/ as como: Astrid Lindgren (“Pippi Calzaslargas", 1945), Tove Jansson (“Los Mumin", 1945),… La historia narrada era muy atractiva para llevar a la gran pantalla.
“Marcelino, pan y vino" contó con un tándem de artistas impresionantes. Estaba claro que la adaptación cinematográfica, tenía que estar a la altura de la obra literaria. Ladislao Vajda como director y Enrique Guerner como director de fotografía harían un gran trabajo. Vajda trabajó en Austria y Alemania, mientras que Guerner lo hizo en Alemania. Los dos, en especial Guerner, vivieron el desarrollo del expresionismo cinematográfico alemán. Tras los movimientos políticos nazis, ambos acabaron refugiándose en España. Realizando distintas obras.
La fuerza fotográfica de la película crea grandes momentos, sobre todo dentro del convento de los frailes, donde dan ganas de detener la película, y observar el fotograma como si se tratase de un lienzo. A ello, hay que destacar la fotografía realizada no solo sobre el Cristo del desván, sino sobre la mano del actor que le da vida a la escultura. Su maquillaje, la luz, el movimiento de la mano, y los encuadres son un deleite visual. Es tan plástico, que el momento en el cual las manos de Jesús parten el pan traído por Marcelino, tiene uno la sensación de oler el pan recién partido.
Del atrezzo de la película, no queda nada, que se sepa. Pero si tienen curiosidad, el Jesús crucificado lo pueden encontrar hoy en día en el pueblo de Don Benito (Badajoz). La historia es muy curiosa. Les cuento. Una entrevista realizada por Raúl Haba en el “Diario Hoy” de Extremadura (2007) a Miguel López Cabrera (técnico en la película), nos desvela como la obra escultórica fue realizada por el dibujante Antonio Simont y terminada en barro por un amigo. Tras terminar la filmación, el técnico Miguel López Cabrera (natural de Guareña) tiene la idea de trasladar el Cristo al convento de las Carmelitas Descalzas de Don Benito, donde tenía una hermana como religiosa. Desde entonces, el Jesús crucificado de “Marcelino, pan y vino" puede ser visitado en la capilla de dicho convento, custodiado por las hermanas Carmelitas Descalzas.
De la adaptación cinematográfica, se encargó el propio autor de la obra literaria y el director de la película. Tuvo dos asesores eclesiásticos acreditados al comienzo de la película, el doctor Antonio Garau y el franciscano P. Esteban Ibáñez. Cada diálogo se reviste de simpleza, con una inusitada profundidad. Un claro ejemplo son las secuencias del alcalde (José Marco Davó), deseando firmen sus allegados un documento para expulsar a los frailes, o por ejemplo, la conversación de Fray Papilla con Marcelino en la cocina, entorno a las madres. En conjunto, comprende lo que podríamos denominar como una obra fílmica catequética.
Los personajes están perfectamente definidos, y sus interpretaciones cuentan con actores y actrices de nivel. Entre otros, intervienen: Juan Calvo, Juanjo Menéndez, Rafael Rivelles, Carmen Carbonell, Fernando Rey, Carlota Bilbao,… y Antonio Ferrandis. Este último, sale en algunas secuencias, sin tener diálogo. Casi lo que podemos considerar hoy en día como un cameo. Eran sus comienzos cinematográficos.
Una piedra importante de la construcción fílmica sería Pablito Calvo, intérprete de Marcelino. Para este joven actor fue su primera película. Junto a Joselito y Marisol, han sido las caras infantiles del cine español durante los 50 y parte de los 60. Pablito supo darle al papel una gran naturalidad y ternura, logrando empatizar monumentalmente con el espectador. Nos hace reír, llorar,… en toda una montaña de emociones diversas que posee la película. A modo de curiosidad, repetiría junto a Juan Calvo y Antonio Vico en su siguiente película, “Mi tío Jacinto" (1956), también dirigida por Ladislao Vajda.
Otro personaje que, con su valía artística, aupó la obra cinematográfica, fue el histórico compositor musical Pablo Sorozábal, autor de obras líricas y sinfónicas, como por ejemplo: “La tabernera del puerto" (1936), “Black, el payaso” (1942),… fue mucho menor su contribución musical al cine, pero sus intervenciones se hicieron notar, siendo una de ellas, la banda sonora de “Marcelino, pan y vino". Hay momentos llenos de ternura, de misterio,… pero es en las secuencias de aire costumbrista, donde se deja sentir el genio de Sorozábal. Por ejemplo, en las secuencias de apertura de la película, cuando Marcelino baja por primera vez al pueblo,…
El cine español tiene joyas que han aportado a la historia de la cinematografía. Joyas realizadas por nombres que han hecho evolucionar el arte del cine, y crear escuela. Intentaremos desenterrar y traer a nuestros comentarios, de vez en cuando, películas y artistas que han conformado el universo del cine español desde sus inicios. Un cine que tiene su justo y merecido lugar en la historia de la cinematografía universal.