La Navidad está a la vuelta de la esquina. Son fechas en las que de seguro, cada cual, toma un instante y se deja arrastrar por los recuerdos de infancia. Los encuentros pasados, anécdotas, las faltas de seres queridos,… Es la licencia que este mundo acelerado parece permitirnos para sentir verdadera humanidad. La Navidad no dejará de existir. Hoy más que nunca es necesaria. Me gusta pensar en recuerdos envueltos entre luces de colores, destellos dorados y plateados con olor a chocolate caliente, bajo la sensación suave de un albornoz. Y el calor familiar, intentando renovar viejos ritos. En nuestro caso, el que nos ocupa, visionar una película que nos remonte a ese espíritu de Peter Pan que jamás debe abandonarnos. Recuerdo que por esta época, ya en vacaciones de Navidad, íbamos al videoclub a buscar alguna peli molona. Por estas fechas gustaba las de Disney. No solo las de los dibujos de sus clásicos, había un conjunto de producciones con aventuras muy diversas. Recuerdo una de ellas con especial cariño. Hoy en día, cuando la reviso en DVD, me lo sigo pasando genial. Me refiero a “Mi amigo el fantasma" de Robert Stevenson, 1968.
“Mi amigo el fantasma” es una simpática comedia. Destacando el papel de Peter Ustinov como el malvado y revoltoso pirata Barbanegra. Actor que desde su primer gran papel como Nerón en “Quo vadis?” (Mervyn LeRoi, 1951), no dejó de sorprendernos en producciones de diversas temáticas, regalándonos interpretaciones como la del inigualable Hércules Poirot (detective célebre en las novelas de Agatha Christie). Barbanegra se lo hará pasar mal a un joven entrenador, interpretado por un habitual también en producciones Disney, Dean Jones. Cuya misión será conseguir que el simpático y sin par compañero Barbanegra, logre realizar una buena acción y acabar así con su maldición.
La película tiene ese aire de la época en Disney que te advierte puede pasar de todo. Desde los protagonistas a los secundarios las actuaciones son excelentes. Las situaciones cómicas son abordadas por un Ustinov divertido y granuja, que como en cada una de sus apariciones interpretadas, se adueña del papel de una forma brutal. Sus acciones fantasmales son acompañadas por efectos visuales que a pesar de la época, hoy en día siguen sin desentonar. El echo de que el fantasma solo pueda ser visto por el entrenador Steve Walker, nos conduce a situaciones cómicas donde tanto un intérprete como otro demuestran su química. Es una obra artesanal, y eso se agradece después de abusar de tanta infografía y pantallas verdes en la actualidad. Aquí, es el trabajo del cámara y de los encargados de efectos visuales en plena sintonía de trabajo. Hemos de recordar que por aquel tiempo cada gran compañía productora como: Warner, Universal, Paramount,… y Disney, tenían sus propios departamentos de efectos especiales, con artistas en cada rama. Ese cuidado artesanal, innovador e inspirador para la futura historia del cine, se veía en cada fotograma. En especial, en estas nostálgicas aventuras. Todo una genialidad.
Añadir que la película está basada en la novela “Blackbeard’s Ghost" (1965) escrita por Ben Stahl. Este autor, era sobre todo pintor y quizás les pueda sonar su nombre, ya que fue el encargado de ilustrar el cartel de “Ben-Hur" (William Wyler, 1959). La historia de este artista la abordaremos en otro momento. Merece la pena.
“Mi amigo el fantasma" se convirtió en una de mis películas preferidas de la infancia. Su magia siempre está ahí. Sobre todo si en estas fechas, la vuelve uno a visionar junto a una taza caliente de chocolate, entregado al calor que desprende la mesa de camilla. ¡Ah, eso placeres mundanos!