Si existe una película que tenga como entorno un futuro distópico top 10, es sin duda “MAD MAX" de George Miller (1979). No recuerdo muy bien cuando la descubrí, es más, creo que llegué a ver antes en cine la secuela “Mad max 2: el guerrero de la carretera" de George Miller. Quizás la primera la viese una de esas tardes o fin de semana de videoclub. A priori la película tiene un aire inquietante, dibujando una sociedad que campa a sus anchas por mucho que patrullen los chicos de la Patrulla de Fuerza Central. La trama en sí no es novedosa, más bien diría que es un western encubierto. El artificio que la hace original, a parte del estilo visual muy personal de Miller (sus encadenados de imagen, por poner un ejemplo), son los autos y las persecuciones o accidentes que tienen lugar. Si años atrás, John Wayne cabalgaba horas y días por las extensas llanuras de Arizona entre grandes formaciones rocosas, ahora lo hacía Mel Gibson (Max, en la película) a bordo de su Ford Falcon XB GT por las áridas extensiones australianas. Las piruetas y secuencias de acción son fabulosas. Todas ellas realizadas con especialistas (nada de imágenes por ordenador), alguno de los cuales, lamentablemente, perdieron la vida en la realización del film. “Mad Max" tiene algo especial. Es una pesadilla de violencia donde su protagonista termina engullido, convirtiéndose en un vengador, en otra alma maldita de ese desierto australiano. Un jinete con el corazón destrozado, cuyo latir es su propia justicia. Una justicia abrupta en un desierto de almas.
"Indiana Jones, en busca del arca perdida" de Steven Spielberg, 1981.
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