Pasadas las celebraciones sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la mayoría de los españoles hemos podido ver o casi ver, debido a las inclemencias climatológicas, una enorme catequesis en las calles de ciudades y pueblos españoles. A parte de la devoción religiosa hacia los distintos titulares religiosos que salen a las calles, a la mayoría de los ciudadanos de a pie se les escapa los mensajes encriptados en cada exorno tallado en madera o metal que sirve de vía para transportar los grupos escultóricos (tronos, pasos… según el lugar geográfico en el que nos encontremos). La noche de los tiempos y la apatía en parte (sin razón) hacia el arte sacro nos hace ser ciegos ante una cantidad de mensajes que procesionan ante nuestros ojos, perdidos en superficialidades como de qué color van los adornos florales, que si mira quién va debajo de la Virgen, de dónde es la banda de música tal… o la cúspide de la superficialidad, perder ese preciado momento en enfocar con la cámara del teléfono para subirlo a alguna red con el simple propósito de buscar un “me gusta" o hacer saber lo maravillosamente bien que me lo paso. Pero esa es, en gran medida, la actitud de la sociedad actual. Desconectada del análisis y de la verdadera reflexión. Quizás sea eventos como la Semana Santa, los que puedan salvar en algún momento de esa caída hacia la inconsciencia. Quizás sirva para activar por alguna razón la mente de algún observador al descubrir un símbolo, un gesto, una posición… en algún elemento del cortejo procesional, cayendo en la profundidad del ser, abandonando por momentos esa corteza banal. Ese es el principal objetivo de una tradición de siglos. Quien iba a decir que en la evolución humana, sería ahora el momento de rescatar esas sensaciones y enseñanzas que no solamente son religiosas, sino de vida. Pues basándose en ello, otras artes actuales se han servido de esos elementos religiosos para contar historias, levantando en medida la curiosidad ante ciertos elementos o situaciones históricas. Un ejemplo, puede ser el mismísimo personaje de Indiana Jones. Lucas y Spielberg crearon el gancho ideal para que diversas generaciones se interesasen por la historia, la arqueología, las culturas… A través de sus cuentos, aunque haya que pulir ciertas connotaciones históricas, nos regalan la oportunidad de abrir esa puerta de conocimiento y reflexión, con la llave de la curiosidad y el entretenimiento. Tras el estallido cinematográfico que produjo “Star Wars” de George Lucas, volviendo a esa atmósfera de los seriales de Flash Gordon de los años 30 del siglo pasado, Lucas quiso ahora revitalizar el género de aventuras al estilo de los seriales cinematográficos de la productora “Republic Pictures”. Las salas cinematográficas estaban preparadas para recibir la primera gran aventura de un icono cinematográfico, el comienzo de un viaje junto a un público entregado en cada una de sus aventuras: “Indiana Jones, en busca del arca perdida" de Steven Spielberg, 1981.
La primera imagen que recuerdo del aventurero es su carrera delante de una gran bola de piedra en un templo sudamericano o el juego de luces y destellos fantasmales ante la apertura del Arca de la Alianza. Aquel comienzo de la gloriosa década de los ochenta, no tuvo mejor bautizo. El público ya estaba comenzándose a acostumbrar a las genialidades de Spielberg, Lucas y la panda de amiguetes estudiantes de la UCLA, dispuestos a revolucionar la cinematografía estadounidense tras una década de poca ilusión en sus historias, salvo el tramo final de los 70 con “Tiburón”, “Star Wars", “Superman"… la antesala de esta revolución artística,
Hace poco he terminado de leer el libro de Francisco Millán, “Indiana Jones – La aventura tiene un nombre” (Ediciones Diábolo), una obra necesaria para entender el recorrido cinematográfico del personaje y su aporte a la cinematografía. De primera, transmite esa magia que creo carece hoy en día la industria. Una magia de artesanalidad e ingenio, que levantaba obras como esta. Pocos directores hoy en día intentan no sucumbir a la facilidades de la generación de situaciones o efectos realizados por ordenador. Existen algunos como Christopher Nolan que a pesar de recurrir en ocasiones a la ayuda infográfica, intenta ser lo más físico posible en sus filmaciones, un ejemplo es su trilogía de “Batman", una obra de arte visual. Recomendable el libro “Como se hizo la trilogía de El Caballero Oscuro” (Ediciones del Laberinto S.L.) para percatarse del inmenso trabajo de Nolan.
Indiana Jones se nos presenta en esta primera aventura de muy diversos matices. Duro, idealista, aventurero, encantador… a veces con un halo de cierta inocencia, diría yo, ante la maldad humana y las pretensiones preservadoras del protagonista, ante los objetos arqueológicos. Nos vamos a sentir identificados con él, en distintas ocasiones, desprendiendo una gran empatía y universalidad.
De la serie de personajes que aparecen a su alrededor, existen tres que lo aferran a sus diferentes mundos o vidas. A su vida académica, Marcus Brody (Denholm Elliot); a su vida aventurera, Sallah (John Rhyss-Davies); y a su vida personal, Marion Ravenwood (Karen Allen). Vamos saltando de una a otra, como si nos encontrásemos en un parque de atracciones, disfrutando de cada una de ellas, complementándose la una a la otra. Uno de los guiones más divertidos y trepidantes de la historia de la cinematografía. Todo ello, a partir de una batería de ideas, dictadas por sus creadores y recogidas y acopladas como un perfecto engranaje, por Lawrence Kasdan.
Los efectos visuales, los efectos sonoros, la producción… estuvieron llevados de la mano de los creadores de “Star Wars", bajo la batuta de Spielberg. Nada podía salir mal, aunque el mundo del cine sea imprevisible por muchas campañas publicitarias que se hagan. Por alguna razón, existe un beneplácito del momento, del público… de ciertas circunstancias que escapan a cualquier estudio de mercado, y se puede triunfar o perder de igual forma. De ello, eran muy conscientes Spielberg y Lucas, que ya habían sufrido esos altibajos en sus carreras. Y de eso, también se nutrió Indiana Jones.
Este tipo de películas o más bien sus documentales y libros, deberían ser los verdaderos libros de estudio en las universidades que aborden el mundo audiovisual. Enseñándonos ya no solo los cuidados en la producción, sino el manejo del lenguaje visual, el aprovechamiento del talento interpretativo. Hay que fijarse en secuencias, casi planos secuencias con ritmo envidiable, como por ejemplo cuando Marcus llega a casa de Indy para comunicarle que se va a encargar de buscar el Arca de la Alianza, apoyado por el bando de los aliados. Y otro tipo de secuencias, con un alto grado de emoción cinematográfica, como por ejemplo, cuando Indiana Jones se encuentra en la cámara de los mapas, y los rayos del Sol a través del medallón del “Bastón de Ra” comienzan a señalar el lugar de ubicación del Arca de la Alianza sobre una maqueta a escala de ciudad de Tanis. Una secuencia que bebe del buen planteamiento desarrollado en secuencias posteriores y que alimenta la imaginación de un espectador totalmente atrapado en la historia. Sin olvidarnos del aporte de John Williams a ese momento con la magistral composición de “The Map Room: Dawn” en la banda sonora de la película.
Y punto a parte, el saber pasar y dar con los tonos adecuados de drama, comedia, misterio y romance. Saber encajarlos y aportar a la historia, como por ejemplo esa vuelta de espejo en el camarote, seguido del grito dolorido de Indy ante Marion, para pasar a unos de los momentos románticos más recordados con un final que rompe los esquemas esperados del héroe ante una situación así. Dibujándonos al protagonista con una ternura inusual, sin abandonar la línea marcada desde el comienzo. Una gran película, bendecida por el estado de gracia de todos y cada uno de los involucrados.
“Indiana Jones, en busca del arca perdida" supone la vuelta a un género abandonado en las primeras décadas del pasado siglo. En Indiana Jones vemos reencarnado a personajes míticos de aventuras cinematográficas y literarias. Esta primera entrega supuso el inicio de una franquicia que podemos dividir en dos momentos. Las tres primeras entregas y, por ahora, las dos continuaciones producidas en estos últimos años.
Las tres primeras entregas siguen un mismo estilo, aunque la segunda parte se sale del tono establecido en la primera, siendo la más oscura de las tres primeras historias. Las tres girarán entorno a objetos relacionados con la religión y sus posibles poderes sacros. Pero sin duda, es el Arca de la Alianza, la que responde con más fidelidad a ese espíritu pretendido por sus creadores. Existiendo un gran equilibrio en las diferentes secciones del film.
“Indiana Jones, en busca del arca perdida”, supuso otra revolución en un género denostado en aquella actualidad. Resucitado por el amor y la admiración de sus creadores al cine que vivieron en su infancia. En aquel tiempo, jóvenes visionarios que nos hicieron soñar y descubrir maravillosas aventuras, haciendo de nuestra infancia bonitos recuerdos ante aquellas grandes pantallas, donde el silencio por la admiración, era roto a veces por el estruendo de aplausos ante la fascinación de un público entregado a la más grande de las aventuras vividas.